Capítulo 42: La otra Rin

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Desde entonces Sesshomaru dejó de escribirme todos los días, dejó de venir a buscarme a la casa. Todo en mi vida se calmó, mis días consistían en ir a la universidad, regresar por la tarde a encargarme de Souta, quien cada vez estaba mejor e incluso podía hacer deporte; Kohaku y yo teníamos citas cada fin de semana. Incluso InuYasha y Kagome de vez en cuando hablaban sobre decidir tener un hijo, nuestra familia crecería y sería hermoso. Todo en mi vida parecía ir perfecto, justo como alguna vez había pensado.

Pero si algo he aprendido a lo largo del tiempo es a no declarar cuan perfecto es todo, porque, sin darme cuenta, una pieza se sale de su lugar arruinando todo.

Creía que la única pieza que no estaba en orden era lo mucho que todavía extrañaba a Sesshomaru y la falta que me hacía. Pero esos sentimientos me hacían sentir culpable, me hacían sentir que no merecía un novio tan lindo como Kohaku y me hacían pensar que lo estaba traicionando de algún modo; por eso comencé a guardar esos sentimientos, a tratar de enterrarlos hasta que desaparecieran. Pero era muy difícil.

-¡Amor! –Kohaku me llamó desde el otro lado del pasillo, moviendo su brazo en el aire para hacerse notar entre la multitud. Él siempre me iba a buscar cuando las clases terminaban para llevarme a casa.

-¿Cómo estuvo tu día? –Le pregunté estando frente a él.

-Mucho mejor ahora que te veo. –Me dijo robándome un beso en los labios. Sentí un poco de vergüenza, pues había demasiada gente y algunos de ellos eran mis compañeros. Solo podía escuchar cómo soltaban chillidos cursis y murmuraban entre las chicas lo guapo que era Kohaku.

-Eres un muchachito desvergonzado. –Le dije cubriendo mis mejillas que se ponían cada vez más rojas.

-Es que te extrañé demasiado. –Me confesó tomando quitándome la mochila, él siempre insistía en llevarla por mí. –Ahora vamos, te llevaré a casa.

En el camino solo podía preguntarme si el resto de mis días sería así y si llegaría a acostumbrarme; tanta perfección me asfixiaba, qué malditamente contradictorio. Cuando me dejó en mi casa se despidió con un beso y con un fuerte abrazo.

Ya en casa no encontré a Souta, él de vez en cuando salía con los chicos que vivían al lado de nuestra casa, eran de su misma edad y le ponía feliz haber encontrado amigos tan rápido.

Así que me quedé sola en la casa, hacía tiempo que no me la pasaba así, me había acostumbrado a estar con mi familia todo el tiempo... O con Sesshomaru. De repente, sentí mi celular vibrar.

-¿Hola? –Atendí.

-Rin, necesito que me ayudes. –Era Kagome, se escuchaba estresada, como cuando tiene un montón de trabajo. –Sé que es un poco complicado para ti, pero no confío en nadie más.

-Dime lo que pasa, lo haré.

-Necesito que lleves a Sesshomaru a nuestra casa.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Te explicaré todo con detalle después, ahora por favor, ven a la compañía, sube a su oficina y llévalo a la casa. Trata de ser lo más discreta posible, ¿sí? Que nadie sospeche nada raro.

-¿Nada raro? ¿De qué hablas? ¿Qué le pasa a Sesshomaru? –Mis sentidos se alertaron enseguida, el solo pensar que algo malo le pudiera estar ocurriendo me preocupaba de sobremanera.

-Lo único que le pasa es que está echando todo a perder, InuYasha y yo nos hemos estado encargando de arreglar sus tonterías, justo ahora InuYasha está supliéndolo como presidente y yo me encargo de la vicepresidencia. Por favor, llévalo a la casa, y si puedes... habla con él, ¿sí?

Nos pertenecemos (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora