El reloj marcó las once de la noche y él aun no llegaba, sé que había dicho que no lo esperara despierta otra vez, pero si me quedaba viendo una película en la sala con las luces encendidas no contaba ¿cierto?
Pero después de dos películas seguía sin llegar y después de las tres de la mañana ya estaba rendida, así que decidí ir a la cama; pero a la mitad de las escaleras escuché la puerta abrirse. Bajé de inmediato para verlo y saber por qué había llegado tan tarde, y me topé con que estaba en el suelo.
-Sesshomaru. –Lo llamé alterada.
-Rin. –Me nombró con voz ceniza.
-¿Qué te pasó?
-Nada de nada. –Por todos los cielos, estaba ebrio.
-Debes subir a dormir ahora. –Traté de llevarlo a las escaleras, pero él ni se inmutaba por más que lo empujaba.
-Eres tan debilucha. –Ah, ¿enserio? –Voy a mostrarte cómo se hace.
Dicho esto, me cargó entre sus brazos para llevarme a mí a las escaleras, yo no podía zafarme de su agarre por más que lo intentara, hasta que él comenzó a tambalearse se vio obligado a bajarme y detenerse.
-Solo mírate, eres un desastre.
-¿Un desastre? Tú eres el desastre, haces en mi mente un desastre.
El tono de voz que utilizaba no dejaba que me tomara en serio lo que decía, pero eso del desastre mental se me hacía un poco familiar. Él era el que hacía eso con mi cabeza, él tenía la maldita capacidad de ponerme de todos los estados de humor posibles en un solo día, pero era cautivador.
-Lo que digas, Taisho. –Traté de arrástralo de nuevo, pero obtuve el mismo resultado.
-Parece que no estás prestando atención, estás haciendo lo que quieres de nuevo, no sabes cuánto me molesta eso, me molesta no poder hacer que hagas lo que yo quiero.
-Haré lo que quieras, pero debes ir a la cama.
-Di mi nombre.
-¿Q...qué?
-Dijiste que harías lo que yo quisiera, quiero que digas mi nombre.
Suspiré frustrada, me coloqué frente a él subiendo un par de escalones para tratar de estar a su altura; me fijé a su vaga mirada y con toda la claridad que me fue posible traté de nombrarlo.
-S...Sesshomaru. –Su nombre me puso nerviosa de la nada, fue lo único que pude decir.
-Otra vez. –ordenó acercándose a mí.
-Sesshomaru.
-Susúrralo. –Me dijo mientras envolvía mi cintura con sus manos.
-Sesshomaru. –Exhalé. ¿Por qué demonios estaba haciendo lo que me pedía?, ¿y por qué no solo quería susurrarlo, sino gritarlo?
Su cercanía era cada vez más, su aroma de siempre combinado con el alcohol se hacía más presente en mí, era condenadamente apetecible. Sentí sus manos pasear de mi cintura a mi espalda una y otra vez de una manera encantadora, haciéndome corregir mi postura, su tacto hacía que mi cuerpo se tensara. Sabía que él no estaba consciente de lo que hacía, sabía que todo eso era a causa de las copas de más, pero no quería que se detuviera, quería quedarme así deteniendo el tiempo.
-Rin. –Mi nombre, corto, simple y ordinario fue lo último que salió de su boca antes de unir sus labios con los míos.
Me estaba besando, ¡maldita sea me estaba besando! Sesshomaru me estaba besando a mí. Mi boca era torpe, no podía moverla aunque quisiera, de igual modo siendo mi primer beso no tendría nada bueno que hacer, solo me dediqué a sentir como sus labios tomaban a los míos en un leve arrebato. Húmedos, suaves, con sabor a vodka y quizá algo más fuerte, paseando sobre mi boca inexperta, sentirlos hizo que perdiera la noción de lo que me rodeaba.
Pero se detuvo. Poco a poco, despacio, fue apartándose se de mí, y al hacerlo sentí que algo de mí se iba con él, mi primer beso, mis ganas de más, mi pudor, o todas esas cosas juntas.
Se detuvo estando cerca de mi cuello, donde sentí que inhaló profundamente. Yo no podía moverme, sentía mi cuerpo paralizado y las mejillas completamente calientes.
-Tu aroma... Siempre me vuelve loco, Rin.
Sentí una lágrima escaparse atrevidamente por mi mejilla al darme cuenta de todo lo que me preguntaba, al encontrar la respuesta a todas esas tontas y recurrentes preguntas que tediosamente me carcomían.
Yo estaba enamorada de Sesshomaru.
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Nos pertenecemos (Finalizado)
FanfictionÉl estaba lejos de mi alcance, tan lejos que daba lástima, yo era la que daba lástima. Era ridículo solo el hecho de pensar en que yo podría llegar a gustarle; era una niña, una ilusa niña. Sin embargo, también era una mujer, una mujer frágil, muy d...