Capítulo 31: Flores con nostalgia

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Esa mañana desperté antes de que la alarma sonara, me puse el uniforme y comí el gran desayuno que Kagome había preparado. Sesshomaru me había enviado un mensaje deseándome los buenos días y enviándome ánimos para mi examen, Kagura no había vuelto a enviar otro nefasto mensaje; nada podría arruinar mi motivación.

-Es hora de irnos, enana. –Me dijo InuYasha tomando las llaves de su auto.

Revisé por última vez mi mochila para confirmar que no me faltara nada, me apresuré a subir al asiento de atrás, Kagome e InuYasha iban al frente diciéndome que no me pusiera nerviosa, lo cual no funcionaba del todo bien.

-¡Tú puedes, Rin! –Me gritó Kagome mientras bajaba del auto, llamando la atención de quienes pasaban por ahí.

-¡Adiós! –Me despedí de ambos y entré.

Mientras caminaba al salón, una mezcla de asombro y temor llenaba mi estómago. De solo imaginarme que dentro de muy poco caminaría por esos pasillos todos los días, se me aceleraba el corazón. Pero sentí que debía esforzarme más que nunca; si lograba entrar a la universidad pondría feliz a Kagome, haría sentir orgullosos a mis padres, podría salir con Sesshomaru sin que fuese raro, podría ayudar a muchos niños como Souta.

Fue así como pude presentar mi examen sin ningún problema, sin que nada más me importase. Sabía que me iría bien, sabía que podría lograrlo

Cuando terminé me dirigí a la salida, en donde me encontré con Kohaku, pero él no me vio a mí, pues estaba con su padre, quien lo recibía con un abrazo, se veía que lo quería mucho y que se sentía orgulloso de él. Luego me percaté de que no solo eran Kohaku y su papá; sino que por todas partes podía verse a montones de familiar, muchos padres esperando ansiosos a sus hijos, incluso algunos llevaban regalos para ellos.

Pero mis padres no estaban ahí.

No podían. Mis padres biológicos me habían abandonado cuando nací y mis padres adoptivos y a quienes había amado tanto estaban muertos por mi culpa. Nadie iría a la universidad a recibirme después de mi examen.

-¡Enana! Por aquí. –O eso creía, porque cuando escuché la voz de InuYasha giré enseguida.

Él y mi hermana se encontraban a un par de metros de mí y ni siquiera me había dado cuenta. Corrí hacia ellos para abrazar con fuerza a Kagome, quien estaba a punto de soltarse a llorar.

-¿Terminaste? –Me preguntó tiernamente, yo asentí con la cabeza. –Estoy muy feliz por ti.

Mi papá y mi mamá me habían dado un hogar para vivir y unos hermanos a quienes amar y quienes me cuidarían. No estaba sola, y eso a veces lo olvidaba tontamente.

-¿Llego tarde? –Sesshomaru apareció por detrás de su hermano; parecía que pasó directo del trabajo, pues aún venía vestido de traje y usando el gafete de la empresa. Al instante sentí una mezcla entre felicidad y preocupación. Me alegraba muchísimo verlo, pero, también traía consigo un ramo de rosas blancas, ¿por qué estaba dispuesto a ser romántico frente a nuestros hermanos? Nos meteríamos en problemas. –Lo hiciste. –Me dijo con una dulce sonrisa poniendo en mis manos el ramo. –Felicidades.

-¡Kagome! ¿Por qué nosotros no le trajimos flores a Rin? Al torpe de Sesshomaru sí se le ocurrió.

-Creo que es una buena idea.

-Pronto, vayamos a conseguir un ramo de flores mucho más grande que el de Sesshomaru. –Dijo InuYasha tirando del brazo de Kagome.

-InuYasha compórtate. –Lo regañó.

-Obedece a tu esposa, InuYasha. –Sesshomaru también lo reprendió.

-¡Khe! Ninguno de ustedes dos va a decirme qué hacer.

-InuYasha... -De repente la voz de Kagome se volvió tétrica, incluso el ambiente pareció congelarse. –Por favor, compórtate. –Lo fulminó amenazante. Kagome era un chica dulce y admirable, pero cuando se enojaba daba tanto miedo.

-Sí, mi amor. –Dijo al fin, InuYasha parecía un cachorro regañado cuando Kagome se ponía así.

Era gracioso y cautivador al mismo tiempo observar la convivencia de nuestra familia, cuando Souta se una cuando despierte, seguro que será mucho mejor.

Luego de eso fuimos a la casa, en donde Kagome ya había preparado mi comida favorita. Me sentía muy contenta al poder pasar tiempo todos juntos, pero de vez en cuando llegaban a mí pequeños ataques de nerviosismo cuando Sesshomaru rosaba su mano con la mía, cuando me dirigía algún cumplido o cuando acomodaba mi cabello, ¡todo frente a nuestros hermanos! Me ponía tan nerviosa que llegaran a sospechar o a enfadarse; sin embargo, ni InuYasha y Kagome parecían mostrar interés en su comportamiento.

Aunque eso también me hizo pensar que no se lo tomarían tan mal como lo he estado imaginado desde hace tiempo.

Esa tarde, a excepción de mis nervios, fue muy linda, Sesshomaru se fue después de cenar, despidiéndose de mí acariciando mi cabeza.

Todo en mi vida encajaba a la perfección, todo era maravilloso. Pero en cada cosa, en cada momento de nuestras vidas, existen recovecos débiles y discretos que acechan esperando un momento de debilidad en nuestra mente o en nuestro corazón. En cada gran plan siempre hay una falla; la falla que había en vida estaba celosa, encaprichada y enojada, incluso tenía nombre: Kagura.

Esa noche, estando a punto de irme a la cama, Sesshomaru me llamó. Me apresuré a cerrar la puerta, no sin antes echar un vistazo por los pasillos asegurándome de que ni mi hermana ni InuYasha pasaran por ahí y pudieran escuchar, y finalmente me metí entre las sábanas para poder contestar.

-Hola. –Lo saludé feliz.

-¿Ya vas a dormir? –Me preguntó serio.

-Sí, en un rato. ¿Y tú?

-¿Te ha llegado otro mensaje? –No respondió a mi pregunta.

-No... ¿A ti sí?

-Tú no te preocupes, yo me encargaré de esto. –Se escuchaba molesto.

-No te estreses demasiado, ¿de acuerdo?

-Descansa.

-Espera... Antes tengo que regañarte.

-¿Qué? ¿Por qué? Yo no he hecho nada, Rin. –Dijo un poco más relajado.

-¿Por qué te comportaste tan obvio el día de hoy? Eres tan descarado, ¿y si nuestros hermanos se dan cuenta?

-Solo estoy poniéndoselas fácil para adivinar cuando entres a la universidad.

-Tonto. –Reí.

-Ve a dormir ahora.

-Adiós.

-Adiós.

Me emocionaba mucho la idea de poder contarle a Kagome, estaba realmente ansiosa. Pero como dije, siempre había algo; una nota herrada en una melodiosa sinfonía, una flor marchita en medio de un campo de margaritas.

Mi teléfono vibró, era un mensaje, y cuando vi lo que decía, supe de inmediato de quien se trataba.

"Nunca pensé que te verías tan bien en las fotos, niña."

Lo único que pude sentir fue pena por Sesshomaru, él se esforzaba tanto en mantener ocultas sus fotografías de los demás, las cuidaba con tanto recelo. A mí no me importaba si mostraba las fotos que Sesshomaru me había tomado en el templo o en su casa de campo con las camelias, la vergüenza podía soportarla. Pero Sesshomaru era orgulloso, y no quería que se sintiera herido porque alguien mostrara sus preciadas fotografías. Ella sabía que mi punto débil era Sesshomaru, sabía que molestarlo a él me dolería más a que me molestara a mí.

Tenía que hacer algo.

Nos pertenecemos (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora