Mi grupo se formó en una fila por apellido para pasar a recibir nuestros certificados de graduación. Hice un montón de veces el ritual que Kagome me había enseñado para los nervios: Escribir la palabra "gente" en la palma de la mano y hacer como si la tragaras.
-Ahora, los alumnos de tercer grado de la clase A recibirán sus documentos. –Se escuchó decir a la directora desde el podio. –Akio Kohaku.
Enseguida, Kohaku subió al escenario para recibir su certificado, seguido de mis demás compañeros.
-Gensei Hana... -Era mi turno. –Higurashi Rin.
Por un microsegundo olvidé como caminar, pero apenas escuché mi nombre me dirigí a por mi certificado. La directora me entregó el estuche con una sonrisa, pero cuando escuché murmullos que venía de la audiencia mis piernas se paralizaron. "Esa Higurashi es la de las fotos." "Esa niña, ¿cómo se atreve a presentarse aquí?" "Hace tiempo que se volvió familia Taisho, cuánto desprestigio le habrá traído al apellido." Sus susurros eran asquerosamente claros y audibles para mí; de nuevo me sentí expuesta, caminé con la mirada gacha, pero estando apunto de bajar del escenario un comentario me paralizó. "Escuché que se estaba enredando con el hijo mayor de Toga Taisho, ¿el tipo estará mal de la cabeza o algo?"
¿Por qué había personas tan malas? ¿Qué era lo que la gente ganaba hablando mal de los demás? Lo que me hacían Abi y las demás en la escuela, lo de las fotos y ahora estas personas, ¿qué ganaban con tratar de hacer mal? Quien me trajo de vuelta a la realidad fue Kohaku, quien se apresuró a tomar mi mano para ayudarme a bajar del podio. Ahí estaba otra vez, salvándome del caos como en otras veces; él siempre estaba para mí cuando más lo necesitaba, era como una luz que nunca se extinguía y siempre podía mantener a la vista. Sin decir nada más me llevó hasta nuestros asientos; la ceremonia transcurrió de lo más normal. Sin embargo, en ningún momento soltó mi mano.
-¡Felicidades a todos los graduados! –Fueron las palabras finales de la directora, la ceremonia había terminado.
Me apresuré a buscar a mi hermana junto con Kohaku, cuando la vi, ella se encontraba con los ojos llorosos, seguro que también había escuchado todo lo que dijeron de mí.
-Felicidades, enana. –InuYasha era quien pretendía mantener el ánimo entre nosotras. –Esta vez no olvidé las flores. –Dijo orgulloso entregándome un grande y colorido ramo.
-Gracias, son muy bonitas... Por cierto, él es Kohaku. Kohaku, ella es mi hermana Kagome, y él es InunYasha, su esposo.
-Es un placer al fin conocerte, Kohaku. –Lo saludó mi hermana.
-Gracias por cuidar de Rin. –Dijo InuYasha.
-Es un gusto... Rin, ¿estará bien si te dejo? Debo buscar a mi familia.
-Está bien, gracias por ayudarme.
-Te llamo luego, ¿sí? Esta vez responde, por favor.
-Lo haré.
-Nos vemos. –Se despidió de Kagome e InuYasha.
-Sí que es lindo ese niño.
-¡Khe! Yo soy mucho más guapo.
-Sí que lo eres, cielo... Ahora, llevemos a Rin a una gran comida por su graduación.
-Quiero comer mariscos. –Dije tratando de sonar lo más alegre posible.
Todo ese día había sido un caos completo, un sinfín de mezclas de emociones y sentimientos con los que quizá tendría que aprender a lidiar a diario, con todos a la vez.
Pero estaría bien. Había terminado una etapa y estaba a punto de comenzar otra. Cuando entrara a la universidad las cosas seguro mejorarían, daría todo de mí, me esforzaría por olvidar a Sesshomaru y me convertiría en doctora.
Las vacaciones de verano habían comenzado oficialmente, tendría un largo periodo para descansar y despejarme de todo, para desintoxicarme de todo lo que me hacía daño.
Kagome me dijo que para comenzar a estar bien con mi ruptura con Sesshomaru tenía que aprender a estar bien conmigo misma, a disfrutar mi tiempo a solas, a comprender que no necesitaba la compañía de nadie para sentirme feliz. Y eso hice. Cuando aprendí que yo tenía que ser lo más importante para mí misma comencé a disfrutar la soledad. Todo iría mejorando poco a poco, sabía que tenía que trabajar duro para estar bien... Aunque, a decir verdad, nunca esperé que las cosas mejoraran de golpe, hasta que alguien del hospital llamó al número de la casa.
InuYasha fue quien atendió, diciéndonos que teníamos que ir los tres al hospital de inmediato. Temí lo peor, temí que no solo las pruebas no hubieran funcionado, sino que hubieran sido contraproducentes. InuYasha ni siquiera nos quiso decir qué era lo que ocurría con Souta, lo cual nos ponía mucho más nerviosas a Kagome y a mí.
-Lo sabrán cuando lleguemos, solo estén tranquilas, maldita sea. –Era lo único que el tonto decía mientras conducía a toda velocidad, incluso pasando como si nada un par de semáforos en rojo.
Cuando al fin llegamos los tres nos dirigimos a la habitación de Souta, fuera de ella se encontraba Kohaku, al parecer esperándonos.
-Kohaku. ¿Cómo está mi hermano? ¿Qué tiene?
-Cálmate, ¿de acuerdo? Deben entrar calmados y sin hacer mucho ruido, por favor, él está muy sensible. –Nos dijo. –Pero, Rin... -Se dirigió a mí tomando mis manos. –Te prometí que lo haríamos.
-¿Q...qué?
No podía creer lo que escuchaba, giré a ver a Kagome y ella ya estaba a punto de llorar. Temí entrar a la habitación, no sabía con exactitud qué iba a pasar a partir de ahora, pero quería ver a mi hermano, por fin lo vería a los ojos.
Es imposible encontrar palabras para describir cómo me sentí cuando vi a Souta sentado en la cama y con los ojos abiertos. Verlo despierto después de seis años parecía un verdadero milagro, no sabía qué decir.
-Her... hermanas. –Su voz ya no sonaba igual, había cambiado por completo ahora que tenía catorce años.
-Souta... -Kagome lo nombró entre lágrimas apresurándose a estar junto a él. –¿P...puedo abrazarlo? –Le pregunto al doctor, el papá de Kohaku.
-Solo tenga cuidado.
Ver a Kagome envolver a Souta entre sus brazos me hizo estallar en llanto, no podía contener la felicidad. De inmediato me apresuré a unirme a ellos, al fin podríamos estar juntos los tres, al fin había despertado.
-So...Souta. –Lo nombré llorando. –Perdóname, yo tuve la culpa de que hayas estado dormido tanto tiempo, debí ser yo quien ocupara tu lugar, perdóname, hermanito.
-Rin, no digas eso, estamos juntos ahora. –Dijo Kagome.
-Perdón. –Dijo lentamente. –Aún no puedo escuchar bien, pero no deben estar tristes. He regresado. –Hablaba despacio y suavemente, articulaba sus palabras con dificultad y su mirada parecía un poco ida, pero estaba bien. –Kagome... ¿dónde están papá y mamá?
El cuarto quedó en silencio, Kagome y yo no miramos mutuamente, ella parecía asustada y preocupada. Era claro que él no sabía, había permanecido dormido por tanto tiempo desde el accidente que él no supo lo de nuestros papás; apenas había despertado y ya tenía grandes cosas a las que enfrentarse. Todo por mi culpa.
-Unas observaciones más y podrá ir a casa al fin. –Kohaku había entrado a la habitación. –Pero tendrán que apoyarlo con su rehabilitación.
-Gracias, Kohaku... -Hablé en medió de la estupefacción.
-Podrán superar todo a partir de hoy, Rin. –Habló Kohaku, como si supiera lo que nos estaba atormentando justo en ese momento. –Si están los tres juntos las cosas mejorarán, te lo prometo. –Bienvenido de vuelta, Souta. –Se dirigió a él con calidez.
ESTÁS LEYENDO
Nos pertenecemos (Finalizado)
FanficÉl estaba lejos de mi alcance, tan lejos que daba lástima, yo era la que daba lástima. Era ridículo solo el hecho de pensar en que yo podría llegar a gustarle; era una niña, una ilusa niña. Sin embargo, también era una mujer, una mujer frágil, muy d...