Capítulo 48: El dolor del amor

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Sería imposible poder escapar en tan pocos segundos, solo me quedaba abrazar a Seshsomaru con todas las fuerzas que me quedaban y agradecerle en mi mente todo lo que él había hecho por mí. Solo me quedó aferrarme a la persona que amaba; morir al lado de Seshsomaru podría sonar poético en alguna otra situación, pero eso pasaría ahora, y no era ni lindo ni romántico, más bien, estaba furiosa y desesperada, él y yo moriríamos por los caprichos de una loca.

Un estruendoso golpe retumbó por el lugar dejándome sorda por unos segundos, no pude sentir nada más que el dolor de hace unos minutos; porque no había pasado nada en realidad. Al menos no a nosotros, el fuerte choque que escuché no fue contra nosotros, sino que otro auto había arrollado el de Kagura.

Luego escuché sirenas que se acercaban cada vez más, alguien milagrosamente había interferido en todo este caos. Un desastre quedó bloqueando el camino por completo, desde dentro pude ver cómo la gente se iba aglomerando alrededor poco a poco y de algún modo, eso me aliviaba. En su desesperación, Kagura no había sabido cómo planear lo que sea que estuviera intentando, aparte de loca era una estúpida.

-¡Rin! –Creí que lo imaginaba. –¡Rin! –Pero a la segunda vez lo escuché claramente.

Kohaku gritaba mi nombre desde fuera, en ese instante pude soltar un pesado suspiro de tranquilidad.

-Aguanta, ya viene la policía y una ambulancia. –Sonaba exasperado, aun así, mi pecho se llenaba de paz al escucharlo.

Siempre tan oportuno.

Al mismo tiempo en que podía sentirme más tranquila, también la pesadez de mi cuerpo me estaba ganando, sumado a la dificultad de respirar y a la sangre que estaba perdiendo, por fin quedé inconsciente.

Mi cuerpo dejó de sentir.

Todo el mundo dice que el amor duele, pero yo no lo creía así.

Había leído tantos libros que daban tantos significados del amor que creí saber mucho del tema, aunque nunca antes me hubiera enamorado realmente. Creía que si alguien que no era correspondido venía a decirme que el amor dolía, podría responderle que no, que lo que le dolía era que la persona a la que amaba no sintiera los mismos hermosos sentimientos por él. Creía que, si alguien traicionado me decía que el amor dolía, podía decirle que lo que duele no es amar, sino la deslealtad de su enamorado. Y podría seguir así por mucho tiempo, con una idea romántica de que el amor no dolía, con la burda idealización que me habían enseñado mis queridos pero tontos libros.

Hasta que fui yo quien se enamoró.

Hasta que esos preciosos ojos aprisionaron mi voluntad, hasta que me sentí la niña más tonta del universo por enamorarme de alguien tan perfecto como él. Hasta que me sentí ridícula por querer a un hombre como Sesshomaru. Hasta que me sentí patética por sonrojarme con cada palabra que salía de su boca.

Y fue entonces que creí que todo lo que pensaba era mentira. No fue hasta que me enamoré que pude sentir cómo quemaba el amor. No creía que el amor pudiera llegara a doler hasta que me di cuenta de que él estaba lejos de mi alcance, tan lejos que daba lástima, yo era la que daba lástima. Aún recuerdo lo abrumador que fue darme cuenta de que era ridículo solo el hecho de pensar en que yo podría llegar a gustarle; era una niña, una ilusa niña. Porque el amor era muchas cosas, no solo sentimientos mutuos. El amor no se resumía en un solo párrafo de alguna página perdida de una novela.

Cuando lo conocí aprendí que el amor sí dolía, y dolía como nada en el mundo. Ardía en el pecho y se acumulaba en la garganta hasta hacerte vomitar lamentos.

Si tan solo no lo hubiera conocido, si tan solo me hubiera rendido a tiempo, si tan solo... si tan solo no me hubiera enamorado de él.

Pero pasó, toparme con él era inevitable y caer rendida ante su verdadera forma fue sublime y encantador. Amarlo fue la cosa más hermosa y dolorosa que he experimentado. Y si un profundo y ardiente dolor era el precio que tenía que pagar por amarlo, estaba dispuesta a pagarlo.

Pero en este momento, supe que no era nuestro amor el que dolía; lo que dolía era la rabia de una mujer que no pudo conservarlo, dolía la obsesión que Kagura despedía por cada uno de sus poros, dolía que alguien no nos dejara amarnos plenamente.

Unas luces blancas me aturdieron al momento de abrir los ojos, el olor era casi neutro, pero pude distinguirlo de inmediato, estaba en el hospital. Miré a mi alrededor, lo primero que vi fue a Kagome y Souta dormidos en un sillón frente a la cama en la que estaba. Traté de reincorporarme, pero el dolor me impidió hacerlo con normalidad, además, una delgada manguera estaba fijada a mi brazo.

-Rin, al fin despiertas. –Justo en ese momento, Kohaku entró a mi habitación. –¿Cómo te sientes? –Me preguntó acercándose a mí para mirarme de arriba abajo y verificar que el suero bajara a mi brazo correctamente, me habían canalizado.

-¿Qué me pasó? –Inquirí confundida, aún me sentía un poco adormecida.

-Tienes un brazo roto, además perdiste una cantidad considerable de sangre, tuvieron que poner unos puntos en tu cabeza, fuera de eso y algunos rasguños, estás bien. En teoría no es tan grave pero tus hermanos estuvieron en vela toda la noche, supongo que al fin cayeron rendidos.

-¿Qué pasó? ¿Cómo es que estoy aquí?

-Perdóname, no actué rápidamente.

-¿Q...qué?

-Vi casi todo, creo... Te vi en el centro comercial con Sesshomaru, vi cómo después de atender el teléfono ambos lucían asustados, no tardé en darme cuenta de que una mujer cerca de mí era quien los amenazaba. Por lo poco que escuché de su conversación tuve la corazonada de que algo no estaba bien y decidí seguirlos. Me percaté de que la mujer iba tras ustedes, pero no estaba seguro de lo que iba a hacer; cuando ella chocó su auto por primera vez caí en cuenta de que tal vez ambos estaban en peligro y llamé a la policía. Los perdí por unos segundos, y cuando volví a encontrarlos, el auto de Sesshomaru ya estaba casi hecho trizas, creí que era demasiado tarde; pero vi que esa mujer aún hablaba con ustedes fuera del auto, cuando se disponía a chocar de nuevo con ustedes, entré en pánico y lo único que se me ocurrió fue estampar mi auto contra el de ella. Pero... debí haber llamado antes a la policía, si tan solo lo hubiera hecho antes, si no les hubiera perdido el rastro por unos minutos, si hubiera actuado más rápido Sesshomaru no estaría... Por mi culpa Sesshomaru está...

-¡¿Dónde está él?! ¿Está bien? ¿Puedo ir a verlo?

-No, Rin, no puedes.

Nos pertenecemos (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora