Capítulo 25: Pesadilla

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A costa de lo pesada que sería esa última semana viviendo con Sesshomaru, logré sobrevivir a ella. No discutimos por trivialidades ni una sola vez; hicimos cuanto pudimos, incluso retomamos la sesión de fotos en el templo, esa vez pude por fin usar el yukata a cuadros color naranja que él había elegido para mí. Fuimos al fin a una feria literaria, sin nada que lo impidiera como esa vez que lo dejé plantado en el parque aka. En mi examen de prueba para la universidad tampoco me fue tan mal, podría entrar a cualquier universidad general, sin embargo, gracias a Kohaku había decidido que quería entrar a la Universidad Shikon, y para ello debía sacar la mayor calificación posible; Kagome estaría feliz porque ella estudió en esa universidad.

-Mañana es nuestro último día juntos. –Me dijo Sesshomaru a la hora de la cena.

-Sí. –Respondí decaída. –Pasó tan rápido.

-Mañana también es tu cumpleaños.

-Dije que no tengo ganas de hacer algo.

-Es tu primer cumpleaños que pasarás conmigo, además tu hermana ni siquiera estará.

-Ya te dije que Kagome sabe que me pongo triste ese día.

-Hagamos esto... Estuve preparando algunas cosas, tengamos un día normal y veremos cómo te sientes. ¿Está bien? O si quieres quedarte encerrada en tu cuarto, déjame quedarme contigo, haremos lo que tú quieras. –Me dijo con toda la paciencia del mundo.

-Eso es lindo, veamos qué pasa mañana. Gracias por preocuparte por mí.

-Lo hago porque te quiero.

Parecía casi un sueño escucharlo hablar así, parecía irreal que alguien además de mi hermana pudiera llegar a quererme tanto. Había veces en las que tenía que cerciorarme de no estar soñando, tenía que asegurarme de que lo que sentía era real, de que sus besos eran reales, de que él era real. Creí que, aunque no lo mereciera, todas las cosas malas que me habían pasado estaban siendo compensadas con Sesshomaru; creí que podía tener un placebo para mi ajetreado corazón.

Esa noche se despidió de mí con un suave beso en mi frente; me fui a dormir con el pecho lleno de mariposas, pero con un nudo de nervios atorado en mi garganta. Mañana cumplía 18 años, pero también se cumplían 6 años desde que mis papás murieron y Souta está en coma por mi culpa. Sería mi primer cumpleaños con Sesshomaru, no estaría sola, pero también sería un día difícil, un día en el que solo quisiera dormir, sin darme cuenta de que el tiempo pasa.

Pero eso no es posible, detener el tiempo para la conveniencia de tus emociones no se puede. Por eso, involuntariamente, mis ojos se fueron cerrando poco a poco y a medida que sentía que mi cuerpo se relajaba comencé a darme cuenta de que me encontraba en otro lugar distinto a mi habitación. Conforme mi visión se aclaraba, pude darme cuenta de que se trataba de la sala de estar de mi anterior casa. En el televisor se anunciaban los números ganadores de la lotería: 28, 23, 07, 26; yo ya traía puesto mi pijama blanco, en cambio, Kagome aún traía puesta la ropa con la que fue a la universidad. Escuché el auto de mis papás salir de la cochera, incluso pude alcanzar a ver las luces del mismo por la ventana de la sala. Mi hermana y yo nos quedamos solas, Souta había ido con ellos, iban a dar las nueve de la noche y yo estaba por irme a la cama, pero tenía tanto coraje por no poder celebrar mi cumpleaños que me quedé despierta hasta tarde para mis papás vieran lo mal que la pasé... Pero pasaron más de dos horas y no llegaban, ¿qué les habría tomado tanto tiempo? ¿Realmente habían ido a comprar un regalo de cumpleaños para mí o se trataba de otro asunto de Souta? No importaba, ya ni siquiera estaba enojada, me sentía triste y desilusionada, ya no quería nada, solo quería que mi papá me llevara cargando a mi cama y que mi mamá me arropara para dormir. Pasaba la noche, podía sentir cómo el sueño me dominaba, estaba a punto de ir a la cama, hasta de repente, luces de color rojo y azul intercaladas se colaron por nuestra ventana, Kagome y yo nos alarmamos un poco al escuchar las sirenas, ese agudo sonido retumbaba en mis tímpanos con absoluta claridad, las luces eran cegadoras; en medio de la pequeña escena de disturbio, alguien llamó a la puerta de nuestra casa, Kagome se levantó a atender, yo me quedé un par de pasos detrás de ella, ¿la policía nos visitaba? ¿Por qué? Al abrir, nos topamos con una mujer uniformada con una libreta en la mano. Su mirada reparó primero en Kagome, llenándose enseguida de una brillante compasión, luego me miró a mí, clavó sus ojos cafés sobre los míos; pude sentir como esa compasión se convertía de inmediato en lástima, una lástima tan triste que casi me comprime el corazón.

Nos pertenecemos (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora