Capítulo 37: Ganas

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A mí rara la vez me salían las cosas bien, pero desde que Souta despertó y vive con nosotros en la casa, todo parecía ir excelente. Pero, como todo en mi vida, cuando las cosas parecen ir bien, algo, cualquier cosa, hasta el más mínimo aleteo de una mariposa, es propenso a arruinar todo.

Pronto volví a usar mi teléfono, cambiando de número para evitar recibir llamadas o mensajes desesperados de Sesshomaru o más amenazas de Kagura, por si aún se atrevía. Por lo que Kohaku se comunicaba conmigo por el teléfono de mi casa.

-Hola Rin, ¿cómo estás? –Me habló nervioso del otro lado de la línea.

-Estoy muy bien, y tú.

-Estoy nervioso... Digo, estoy bien, muy bien. Este... Te llamé porque este sábado habrá una feria literaria cerca del centro y me preguntaba si querrías ir conmigo.

-Claro, me gustaría mucho.

-¡Perfecto! Puedo pasar por ti a tu casa o si quieres podemos encontrarnos en algún lugar.

-Mejor dime dónde te veo, te enviaré un mensaje con mi nuevo número para que puedas enviarme la ubicación, ¿te parece?

-De acuerdo. Espero tu mensaje.

-Bien, nos vemos el sábado.

-¡Sí, el sábado! Digo... sí, nos vemos, cuídate. –Y colgó el teléfono.

Era sumamente tierno cuando se ponía nervioso a pesar de que ya tenemos mucho tiempo de conocernos. Me preguntaba si le seguía gustando igual que como hace tiempo, o si su desbordante amabilidad se trataba de un cariño de amigos. De repente, el teléfono volvió a sonar, sonreí porque, con lo nervioso que estaba, quizá se le habría olvidado algo.

-En un segundo te escribo, no seas tan impaciente, Kohaku. –Dije divertida atendiendo el teléfono nuevamente.

-Rin... -Me nombró entrecortadamente, articuló mi nombre con un suspiro profundo y sonoro rozando en lo divino, pude sentir el sabor de su boca con tan solo escucharlo nombrarme, pude sentir sus labios moviéndose sobre los míos, aunque no estuviera ahí. Su voz, su preciosa voz me hizo perder la cordura por un par de segundos y me paralizó. Se escuchaba cansado y atormentado, una sola sílaba de su parte me hizo saber lo adolorida que se sentía su alma. Me rompí, me punzó el pecho escucharlo tan triste, me dolió saber que se sentía mal. No sabía por qué, no sabía si yo sufría porque él sufría, no sabía si me lastimaba saber que no era feliz porque aún lo quería. –Rin, yo... -Otra vez, su boca me nombró de nuevo, su aliento soltó mi nombre una vez más. Era doloroso y precioso al mismo tiempo. –Quiero verte... por favor. –Apenas y podía hablar con claridad.

Entré en pánico, un arranque de necesidad de él me golpeó el corazón, las repentinas ganas de él me consumieron el cuerpo. De la nada quise verlo de nuevo, sentí unas ganas incontrolables de tenerlo cerca, de escucharlo, de tocarlo, de besarlo, de decirle que lo que quería. Pero no podía.

-Rin... vuelve.

Sus ruegos tenían efecto en mí, un efecto tan fuerte que arrasaban con mi fuerza de voluntad. Quería volver a sus brazos, pero, ¿qué íbamos a hacer juntos si ya no confiaba en él?

Sin poder decir palabra alguna colgué el teléfono y salí corriendo a mi habitación tratando de huir, huir de no sé qué cosa; pero, aunque corriera no podría huir jamás, porque de lo que quería escapar era del sentimiento de extrañar a Sesshomaru y de las ganas que tenía de besarlo de nuevo.

En la noche, ya más calmada, le escribí a Kohaku preguntándole por la dirección en la que nos veríamos. Mi corazón volvió a estrujarse por segunda vez en el día cuando me dijo que nos veríamos en el parque Aka, ese lugar en el que en otoño las hojas de los árboles comienzan a tornarse en tonos cálidos, tapizan el suelo de color rojizo y dejan ver el cielo otoñal cuando se despegan de las ramas de los árboles. El parque en donde hace tiempo también quedé con Sesshomaru para ir a una feria literaria, a la que nunca fuimos realmente; el mismo lugar en el que decidí irme con Kohaku en lugar de irme con él.

Nos pertenecemos (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora