Cuando al fin separó su cabeza de mi hombro para mirarme a la cara, me encontré con que sus ojos estaban rojizos y su labio inferior temblaba levente. ¿Había estado a punto de llorar? Nos sentamos frente a frente en el sofá más grande de la sala, tomó unos segundos para aclarar su voz e incorporarse, respiró hondo y se abrió ante mí.
-Conozco a Kagura desde que estábamos en la universidad, mientras yo estudiaba finanzas, ella estudiaba diseño gráfico, nos enamoramos y pronto comenzamos a salir, me gustaba porque era audaz, atrevida y valiente, creí que era feliz, pero un día me enteré de que me engañó en más de una ocasión. Claro que terminé con ella; me dolió tanto porque gracias a ella y a que la ayudé con una de sus tareas, descubrí una de las cosas que más me gusta: La fotografía. Tiempo después decidí que el recuerdo de ella no me arruinaría algo que amo tanto hacer. No tuve más novias ni me interesó conocer a más chicas el resto de mi carrera, pero la volví a encontrar una vez que comencé a trabajar en la compañía, en ese entonces mi papá seguía siendo el presidente, yo me encargaba del área de finanzas. Entró como diseñadora para la publicidad, ella ya no movía nada dentro de mí, la había superado, pero ella no iba a permitir que la ignorara. No la odiaba, ya no me importaba lo que había hecho, incluso se convirtió en modelo de la agencia luego de improvisar una sesión de fotos con ella como modelo suplente y yo tratando de fungir como director de fotografía. Pasando el tiempo, poco a poco me iba dando cuenta de que si alguna de las modelos, ejecutivas o cualquier mujer de la empresa llegaba a mostrar el mínimo interés o muestra de amabilidad hacia mí, a los pocos días o renunciaba o cortaba de tajo el trato conmigo. Era ella quien las molestaba hasta el cansancio, utilizando influencias o artimañas de ella misma para hacerles la vida imposible; y de alguna manera, eso me hizo volver a ella otra vez. Nos llevábamos bien, no éramos novios porque sabía que podía engañarme de nuevo, era una extraña relación ella podía estar con todos los hombres que quisiera, pero ella no me permitía estar con nadie, aunque tampoco era como si de verdad quisiera. Ella es posesiva y dañina, tú eres vulnerable ante ella, no quisiera ni imaginar el escándalo que podía hacer si se enteraba de nosotros. Cuando le dije que no podía verla más me sorprendió que se lo tomara tan a la ligera, supongo que no había entendido que esta vez era para siempre. Hoy estalló en un berrinche, me lanzó amenazas y juró desquitarse. Esta vez estoy seguro de que entendió que ya no puedo pertenecerle. Ahora soy tuyo. –Esa última oración me tomó por sorpresa, incluso sentí mis mejillas calentarse.
-Vaya, ¿quién lo diría? Pareces tan seguro e indomable, resulta que eres un masoquista. Estuviste acostumbrado a un trato tan rudo.
-Por eso empezaste a gustarme, tonta.
-¿Qué? ¿Cuándo te he tratado feo? Soy una perita en dulce cuando estoy contigo.
-¿Una perita en dulce? Me llamaste zoquete el día en que nos conocimos, me aborreciste cuando me mudé aquí, eras tan fría los primeros días en que nos comenzamos a conocer, no entendía como en un cuerpo tan pequeño podía caber tanta maldad.
-Dios, estás exagerando. –Sabía que era verdad, pero igual lo negué sonriendo. –¿Entonces te gusté cuando te llamé zoquete?
-Sí, aunque en ese entonces creí que eras diferente, creí que eras ruda y respondona. Sí que eres respondona y hablas mucho, pero tiempo después supe que era frágil, tan frágil que me conmovió. Verte lastimada por culpa de tus compañeros, verte llorar por tu hermano, verte emocionada cada vez que comes helado, ver cómo bailas en tu lugar cada que comes algo rico, todo eso y más me hizo dar cuenta de que eres una mujer tan dual, que puedes ser delicada y valiente a la vez, decidida y tímida, tienes una convicción preciosa y tus arranques de furia cuando se termina el jugo de naranja o cuando tus problemas de matemáticas no salen como quieres, Rin, todo eso me cautiva.
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Nos pertenecemos (Finalizado)
FanfictionÉl estaba lejos de mi alcance, tan lejos que daba lástima, yo era la que daba lástima. Era ridículo solo el hecho de pensar en que yo podría llegar a gustarle; era una niña, una ilusa niña. Sin embargo, también era una mujer, una mujer frágil, muy d...