Capítulo 1: El zoquete del charco

1.5K 139 22
                                    


Mis padres murieron en un accidente de auto cuando yo tenía doce años, desde entonces mi hermana y yo tuvimos que vivir solas dado a que ella ya tenía la mayoría de edad.

Crecí arrastrando la culpa, era un peso lo bastante agobiante como para poder pensar en otras cosas, como hacer amigos, de todos modos, nunca fui buena en ello.

En la escuela usualmente me la pasaba sola, no hablaba con nadie, simplemente no quería hacerlo; en casa era lo mismo, Kagome trabajaba todo el día y no había nadie más que yo hasta el anochecer; tampoco quería causarle más molestias de las que ya le había causado pidiéndole que se quedara conmigo.

-Llegué. –Anunció desde la entrada, parecía más animada de lo normal. Kagome trabajaba en una editorial en el centro de la ciudad, a ella le gustaba ese trabajo, creo, pero yo sentía que ahí podrían aprovechar todo el talento y la energía de mi hermana.

-Bienvenida, puedes sentarte, la cena está lista. –Le dije acomodando los platos.

Kagome tuvo que enseñarme a cocinar la cena yo solita, así podría estar segura de que comería algo que no fuera chatarra cuando ella llegaba tarde. Con el tiempo me volví muy buena, mi takoyaki era el mejor del mundo.

-Se ve muy rico. –Me dijo de una manera dulce, como ella usualmente me habla. –Pondré esto en un florero... -Exclamó llenando con agua hasta la mitad el florero favorito de mamá.

-Vaya, el de hoy es más grande. –Exclamé al fijarme en el ramo de flores que Kagome llevaba en las manos.

-Sí, eso creo... -Sonrió con un brillo especial en los ojos. –Por cierto, InuYasha te mandó esto. –Kagome rebuscó en bolsa y sacó una caja de color dorado con letras cursivas y de color rojo. -Sabe que son tus favoritas, ¿no? –Sonrió. Se trataba de las trufas más ricas del mundo, InuYasha me las enviaba con regularidad, yo no podría pagarlas con mi mesada.

-Creo que tu novio es más atento conmigo que mi propia hermana –Bromeé sentándome a comer.

InuYasha era novio de mi hermana desde hace años, es el hijo de Inu No Taisho, el presidente de una famosa compañía en Tokio, una agencia de modelos y publicidad. InuYasha era un chico algo testarudo al principio, pero con el tiempo se volvió ameno pasar el rato con él, en serio estaba enamorado de mi hermana. Él y Kagome se conocieron antes de que ambos entraran a la universidad. La verdad su relación es muy linda, además de ser novios, ellos son los mejores amigos; su noviazgo siempre ha estado regido por la confianza. No sé si yo pueda merecer algo así; pero algún día me gustaría que mi corazón pueda unirse a otro con el poder de la confianza.

-Mi pequeña hermana es tan cruel conmigo. –Chilló metiéndose un gran bocado de arroz. –Por cierto, Rin. –Dijo un poco más seria. –Cambiaré de trabajo.

-¿Al fin dejarás esa editorial aburrida?

-No es aburrida... Pero, ¿recuerdas mi proyecto de hace tres meses? El que me costó mucho trabajo hacerlo y al final rechazaron en mi trabajo. –Yo asentí. –Pues InuYasha se lo mostró a su padre y ya tienes, soy nueva gerente de marketing.

-¿En la empresa de los Taisho? Increíble hermana, te felicito mucho, me haces sentir la hermanita más orgullosa.

-Gracias, esto será emocionante, verás que nos irá mejor ahora... Y dime, ¿qué tal la escuela?

-Ah... bien. –Ella no sabía que no tenía amigos.

Estaba feliz por ella, las cosas le estaban saliendo bien a comparación de a mí. Ella se lo merecía, siempre ha trabajado duro, siempre ha tenido mucho más para dar, seguro que en su nuevo trabajo podría demostrar todo lo que tiene.

Días después de ello, una mañana desperté sin la necesidad de la alarma... ¿por qué?... ¡Porque la alarma no sonó! Y no podía culpar a Kagome porque ella salía de casa más temprano que yo. Miré el reloj y eran las siete y cuarto de la mañana, yo entraba al colegio a las siete treinta. A como pude me puse el uniforme, traté inútilmente de arreglarme el cabello y salí de la casa sin desayunar.

Usualmente iba a la escuela caminando pero esta vez me vi en la necesidad de tomar el autobús, así que corrí a la parada lo más rápido que pude, pero al estar a media cuadra de llegar el autobús partió sin mí.

No tenía más remedio, tuve que correr al colegio, faltaban seis calles para llegar y tenía diez minutos para hacerlo, tal vez lo lograría.

Derrapaba en las esquinas cada que tenía que doblar, el viento rompía en mis mejillas y mi pecho se calentaba conforme avanzaba; tres calles... dos calles... una calle, solo una para llegar y entonces... Agua fría me cubrió de la cintura hacia abajo, mi sorpresa fue tal que me hizo detenerme, y cuando puse más atención, mis medias y mi falda estaban, además de empapadas, completamente sucias.

-Oye –Grité al tipo que conducía un auto gris, aparentemente muy costoso, quien había sido el culpable.

El sujeto ni siquiera se molestó en mirarme, solo esperó a que el semáforo se pusiera en verde y siguió como si nada.

No es posible que haya gente tan mal educada, ni siquiera se disculpó, ¿de qué les sirve a las personas cargar cosas tan costosas y bonitas si por dentro son como basura? Pensé en cómo iba a quitarme eso del uniforme, entonces recordé lo tarde que era y me apresuré.

Ese día llegué tarde a la escuela, me perdí de la primera hora de la clase de idiomas y fui agredida en la calle por un charco y un maleducado. Genial.

Me pasé toda la mañana con la desagradable sensación de los zapatos mojados y con picazón en las piernas debido a la suciedad del agua; a pesar de que ya en la escuela traté de limpiarme, no fue tan efectivo.

-Vaya. –Habló una de mis compañeras a la hora del descanso. –Parece que Rin hoy viene más presentable de lo usual. –Agregó refiriéndose a lo sucio de mi uniforme a lo desordenado de mi cabello. Yo no dije nada, solo me concentré en comer, manteniendo la cabeza hacia abajo.

No solo no tenía amigos, sino que también había gente a la que ni siquiera le agradaba y me molestaba.

Cuando llegué a casa lo primero que hice fue tomar una ducha, meter mi uniforme a la lavadora y acostarme en mi habitación, pero no pasaron ni cinco minutos cuando mi móvil sonó en tono de mensaje.

"Hola Rin, ¿puedes llevar al edificio de la empresa un portafolio negro que está en mi habitación? Déjaselo a la señorita de la recepción. Es urgente, por favor.

-Kagome."

Aunque me había dispuesto a hundirme en mi miseria por un rato, mi hermana me necesitaba y me dispuse a ir al trabajo de mi hermana. Al menos sabía la dirección del edifico y cómo lucía, así que tomé el portafolio y un autobús que sabía que me dejaría justo a una calle de este.

Cuando estuve frente al edificio noté que nunca me había dado cuenta de lo grande que era hasta ahora; tragué saliva y entré subiendo las escaleras. La recepción era grade e impecable, gente iba de un lado a otro, todos parecían ocupados.

-Disculpe, vengo a ver a la señorita Kagome Higurashi, soy su hermana, tengo algo que me pidió. –Le dije a la recepcionista.

-Hola linda, permítame comunicarme con ella. –Dijo amablemente y tecleando algo en su computador.

-¿Mi paquete ya llegó? –Intervino de repente una voz masculina, sonando imponente y demandante, e incluso diría que tajante.

-N...no, lo siento señor. –La chica se puso nerviosa.

Giré un poco mi cabeza para mirarlo lo más discreta que pude y me encontré con un hombre cabello largo y grisáceo, tan sedoso que parecía plateado en realidad, piel blanca y facciones severas, alto y fornido, pero no demasiado... y apuesto. Por un instante creí conocerlo, traté de hacer memoria, y entonces...

-¡Tú eres el zoquete del charco de esta mañana!

Nos pertenecemos (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora