***Advertencia***
Este capítulo puede contener narración de situaciones sensibles, por favor, te pido seas responsable con la lectura. En ningún momento es mi intención lastimar u ofender a alguien que haya pasado por esto.
Ni InuYasha, ni Kagome ni yo pudimos dormir en toda la noche. Incluso ambos habían faltado al trabajo para quedarse conmigo a esperar.
Los resultados del examen de ingreso a la universidad salían dos semanas después de que presenté la prueba. Y ese día era hoy.
Los nervios nos consumían a los tres, mirábamos el reloj constantemente como si eso lo hiciera avanzar más rápido, aunque en realidad, parecía que el tiempo jugaba una broma en mi contra, parecía ir más lento. Para colmo también estaba preocupada, porque últimamente no había hablado mucho con Sesshomaru, me había dicho que estaría muy ocupado en el trabajo y no quería molestarlo.
Cuando por fin marcaron las tres de la tarde, los tres nos apresuramos a estar frente a la computadora, ingresé lo más rápido que pude mi número de folio. La página tardó un par de segundos en cargar, segundos que se me hicieron eternos. Cuando de repente, como una ráfaga, todo el mundo se me vino encima, me levanté rápidamente de mi lugar gritando por la euforia.
Folio: 18540311 Rin Higurashi. ACEPTADA.
-¡Entré! –Grité saltando en mi lugar.
-¡Entraste! –También gritó Kagome.
-¡Lo hiciste! –Le siguió InuYasha.
Nuestros gritos inundaron toda la casa. Creo que Kagome y yo no habíamos celebrado en mucho tiempo, más que cuando se casó y ahora. No podía contener mi felicidad, también me sentía contenta porque Kagome e InuYasha estaban tan orgullosos de mí; estaba segura de que daría mi mejor esfuerzo para mantenerlos así siempre.
Lo primero que quise hacer después de dejar de brincar y saltar fue llamar a Kohaku para contarle y preguntarle sus resultados, pero, aunque llamé hasta tres veces, él nunca contestó. También quise llamar a Sesshomaru, pero tampoco respondía.
-¡Vamos a celebrar! –Dijo InuYasha sobradamente animado.
-¡Vayamos a comer fuera! –Propuso Kagome.
-¡Una comida de lujo! –Exclamé.
Sentía cómo la emoción se desbordaba de mí, mis manos no dejaban de temblar y hasta me dolía la mandíbula por sonreír tanto. Nada podría arruinar nunca ese momento. Estaba tan feliz y había hecho tan feliz a mi hermana y a su esposo, los haría sentir orgullosos todos los días.
Fui a mi cuarto a alistarme para salir; me puse el vestido violeta que Sesshomaru me había regalado, el dije que me dio como un no regalo de cumpleaños nunca me lo quitaba, recogí mi cabello me dispuse a salir. Kagome y yo nos quedamos en la sala esperando a que InuYasha estuviera listo; mientras tanto, mi hermana dijo que quería contarles sobre mi aceptación a la universidad a todos sus amigos.
En un segundo, mi teléfono comenzó a sonar como loco, las notificaciones llegaban sin parar. Al principio creí que se trataba de Sesshomaru o Kahaku, pero cuando vi de qué se trataba, todo lo que parecía perfecto se derrumbó.
El aire pareció extinguirse en mis pulmones, los latidos de mi corazón iban tan rápido que creí que me desmayaría, mis mejillas se calentaron y un nudo gigante comenzó a formarse en mi garganta. Quería llorar, quería gritar de coraje, quería que la tierra se abriera y me tragara, quería desparecer. Eso no podía estar pasando, no podía ser real, no podía estar pasándome a mí. Perdí el control de mis manos, empecé a temblar; perdí el control de mis emociones, comencé a llorar irremediablemente.
Alguien había subido una de mis fotos etiquetándome a mí, a mi hermana, a InuYasha a Kohaku, a varios de mis compañeros de clase y a un montón de personas más. La foto tenía tres minutos de ser subida y ya tenía cientos de comentarios. En letras mayúsculas, la descripción de la publicación lucía la oración "¿Es necesario mostrar un poco más? Si quieres más de estas fotos, escríbeme por privado".
Era una de las fotos que Sesshomaru me había tomado, pero no eran las del templo, las de las camelias rojas o las ocasionales fotos improvisadas en su oficina o en la casa. Sino que se trataba de una de las que me tomó en mi cumpleaños, en las que no tenía nada puesto más que el collar que me dio ese día. Esa foto específicamente no era de las que más mostraba, en la foto yo estaba de espaldas mostrando mi cara de un costado, pero era evidente que no traía nada que me cubriera. Podía verse claramente que era yo y que estaba desnuda.
No sabía qué hacer en ese momento, no sabía qué pensar. Miles de personas habrían visto la foto, miles de personas me habrían visto ya desnuda, personas desconocidas verían lo que le dediqué en privado a un solo hombre, a un hombre al que le di mi confianza y mi cariño. ¿Cómo pudo hacerme eso? ¿Por qué lo hizo?
Cuando giré a ver a mi hermana, ella ya estaba en shock mirando la pantalla de su teléfono, seguro ya también la había visto. Se le notaba un semblante horrorizado y triste, uno que no le había visto en mucho tiempo. La había decepcionado, había traicionado la confianza que me confirió al dejarme aquí con Sesshomaru, seguro también la habría avergonzado.
-Kagome. –Nombrarla fue lo único que pude hacer, mi llanto no me permitía nada más. –Perdóname.
Ella me miró con compasión y una gran tristeza, una lágrima también se le había escapado. Hacer llorar a mi hermana era lo que menos quería en el mundo, una vez más la lastimé, ella estaba sufriendo por mi culpa otra vez.
-Mi niña. –Me dijo con ternura y me abrazó. Me petrifiqué por unos instantes, no esperaba esa reacción o esa actitud.
Creí que me regañaría o que me gritaría, que me diría lo mala hermana que soy y lo mucho que la defraudé, que fui una tonta por involucrarme con alguien mayor. Pero en lugar de eso me alojó en sus brazos y acarició mi cabello con paciencia y ternura, se sentía casi igual a cuando mamá me abrazaba. Ella lloró conmigo, en silencio, sin decirme nada más. Por otro lado, InuYasha bajó las escaleras a toda velocidad, seguro que él también había visto la foto, era difícil predecir su reacción; pero al vernos a Kagome y a mí así, él tampoco dijo nada, solo se acercó despacio hacia nosotras, se sentó al lado de Kagome y nos abrazó a las dos. No sabía que eso era lo que necesitaba, que mi familia estuviera a mi lado, que se quedaran en silencio conmigo sin juzgarme o decirme nada, al menos por ahora. Tampoco sabía si los había decepcionado o no, o qué tanto lo había hecho, pero lo que sí sabía era que me acompañarían hasta arreglarlo todo.
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Hola mis solecitos, espero que estén bien. Soy Aika, la autora.
Este capítulo es un poco triste, ¿no lo creen? Pero creo que es una buena oportunidad para concientizar haha. Esta es una situación muy difícil, y desde el fondo de mi corazón espero que nunca pases por un momento ni parecido a esto.
Sin embargo, es muy importante que sepan que si llegara a pasar (ojalá y no), aquí en México, existe algo llamado LEY OLIMPIA, aprobada en la mayor parte de la república mexicana, la cual "acepta la violencia digital como una manera de violencia contra las mujeres, la cual incluye acoso, hostigamiento, amenazas, insultos y vulneración de información privada, además de la difusión de contenido sexual sin consentimiento, textos, fotos, videos o datos personales a través de internet, redes sociales, correo, apps, o cualquier otro entorno digital."
Además, si no eres de México, existe una opción en Facebook llamada "Nunca sin tu consentimiento". Si te están amanzanado con difundir tus fotitos puedes buscarlo en Google de este modo; te pedirán que mandes el perfil que te amenaza, screenshots de la amenaza y las posibles fotos o videos a filtrar. Facebook las mete en una base de datos que en caso de que las quieras subir, no se lo permitirán ninguna de las plataformas bajo el control de FB, como Instagram o WhatsApp.
Es importante informarnos porque sorpresivamente casi nadie sabe de esto. Reafirmo que de verdad espero que nadie de ustedes o alguien cercano deba pasar por esto. Pero informarnos es un modo de ayudar.
Es todo por hoy mis niñas, niños y niñes preciosxs. Lxs amo un montón, cuídense mucho.
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Nos pertenecemos (Finalizado)
FanfictionÉl estaba lejos de mi alcance, tan lejos que daba lástima, yo era la que daba lástima. Era ridículo solo el hecho de pensar en que yo podría llegar a gustarle; era una niña, una ilusa niña. Sin embargo, también era una mujer, una mujer frágil, muy d...