Capítulo 34: Mujer

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Bastaron solo un par de días para que todo rastro de esas malditas fotografías quedara erradicado de internet. InuYasha había contratado a todo un equipo para deshacerse de publicaciones y de borrar todas las cuentas que replicaron o distribuyeron las fotos. Además, me vi obligada a cerrar todas mis redes y apagar mi teléfono indefinidamente porque cientos de mensajes comenzaron a llegar, montones de personas que en mi vida había visto me enviaban fotos asquerosas o mensajes depravados, jamás había tenido tanto miedo como en esos instantes. Sin embargo, gracias a las personas que contrató InuYasha, esas cuentas también fueron eliminadas.

Pero no había profesionales que pudieran borrar todo su efecto de mí, no había un hacker tan bueno como para borrar los recuerdos de mi memoria o de la memoria de cualquiera que haya visto las fotos. Creía que todo esto era un daño difícil de reparar.

No quería ir a la escuela, no quería ni imaginar lo que pensarían mis compañeros de mí habiendo visto esas fotos, a pesar de que algunos me habían llamado al teléfono de la casa para avisarme de las tareas y trabajos que habían realizado en mi ausencia; en especial Kohaku. Él llamó incontables veces, pero yo no quise atender. También vino a buscarme a la casa, pero no quise verlo, tenía tanta vergüenza.

Tampoco era como si tuviera muchas ganas de ver o hablar con alguien, apenas y cruzaba palabra con mi hermana. Me la pasé encerrada en mi cuarto, con la puerta y las cortinas de la ventana cerradas, no quería en lo más mínimo que alguien me viera incluso estando con ropa, tenía miedo; también me costaba verme al espejo sin sentir pudor, pena de mi propio cuerpo. Me aterraba que mi piel tan pálida y lisa haya sido expuesta ante tantas miradas, me aterraba que personas desconocidas hayan podido ver lo que le di exclusivamente al hombre que tanto quiero, me aterraba la idea de haber confiado tanto en Sesshomaru. Él también dejó un montón de textos y llamadas, me hizo decidir deshacerme de mi celular para siempre, no quería ni recordar su nombre.

Pero era inevitable.

Por las noches su perfume no dejaba de inundarme aunque no estuviera presente, su recuerdo me daba insomnio. Y cuando al fin conseguía dormir soñaba con él, soñaba con el anhelo de seguir a su lado, con la esperanza de que fuera real que Kagura fuera la culpable y no él, sosañaba con la oportunidad de volver a confiar en él. En las mañanas despertaba con su voz, o al menos con el recuerdo de su voz desgarradora pidiéndome que me retractara de romper con él. El resto del día me ahogaba la ausencia de sus manos tocándome, de su voz llamándome y de su boca diciendo mi nombre; a ratos me invadía la ira por su traición, y luego lloraba por extrañarlo. Y no podía escapar.

-Rin. –La voz suave de Kagome era lo que me traía de regreso a la realidad en medio de todo el caos en mi mente. De vez en cuando llamaba a mi puerta para preguntarme si tenía hambre o sed, o si necesitaba algo, o si quería tomar aire libre. La respuesta siempre era no.

-Estoy bien.

-¿Puedo pasar?

-Un momento. –Me apresuré a coger las cobijas de mi cama para cubrir mi cuerpo lo mejor posible. De vez en cuando debía salir de mi habitación para ir al baño o tomar agua, pero no podía hacerlo sin una sábana o un suéter enorme que me cubriera lo más que pudiera. –Pasa.

-Hola, linda. InuYasha compró pasas con chocolate, tus favoritas, te traje un poco.

-Las comeré luego, gracias.

-Mañana... ¿Irás por fin a la escuela?

-No quiero ir.

-Es tu graduación, deberías ir.

-No quiero.

-Entonces, no servirá de nada el regalo de graduación que he preparado para ti.

-No debiste molestarte.

Nos pertenecemos (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora