CAPÍTULO 16

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—Aquí está el dinero. —Entregan un sobre a Álvaro que asiente recibiéndolo.

—Perfecto —abre el sobre y el de dinero salen a la vista—. Toda tuya.

Volvió por mí. Luego de limpiar el salón, mi padre me esperaba en la oficina de Álvaro para el debido intercambio.

Esperaba tener más tiempo en este lugar y por lo que veo no fue así.

—Te llevaré con un buen amigo —habla por primera vez en toda la noche que estuvo en el mismo lugar que yo.

No hubo un hola, ¿Cómo estás? O por lo menos cómo la pase en este infierno. Solo pidió el informe de mis clases; entregando el dinero que había dado por mi estadía.

—¿Dónde se encuentra mi madre?

—Eso no te importa —replica—, solo muévete antes que mi paciencia se agote.

—No me moveré, hasta saber dónde tienes a mamá —sus ojos destilan enojo por mi represaría.

—¿Debo usar la segunda carta para que captes mis ordenes? —se acerca hasta agarrar mi brazo delgado con sus fríos dedos—. No hagas que pierda la paciencia Isa o...

—¿O qué? —primera vez que lo desafío y sin miedo—. Vas a pegarme o amenazarme como siempre lo has hecho —mis palabras salen como un filo cortante—. Ya estoy harta de tus exigencias y ser el conejillo de india para tus ambiciones —prosigo—, nunca te importé ¿cierto? No te preguntaste cómo estaría en ese lugar que me llevaste para según tú "ser buena dama", nunca te has preguntado cómo me encuentro o cuáles son mis deseos y miedos que tengo.

—Empezarás con tus dramas emocionales.

—Solo quiero saber ¿Por qué me culpas de ese accidente?

—¡Perdí a mi hijo por tú maldita culpa! —grita agarrándome de los hombros y sacudiéndome—, me quitaste todo ¡me quitaste mi felicidad!

—¡Yo también soy tu hija! —exclamo con fuerza—. Yo también soy parte de ti, no es justo que me hagas daño de esta manera.

—Solo camina —evade el tema.

—Te pregunté dónde está mamá —exijo de nuevo—. No iré a ningún lado sin ella.

—Mira niña... —agarra mi quijada en su mano apretando con fuerza—, no hagas que...

—Lo único que harás es visitar el infierno si no la sueltas —esa voz—. No es una forma correcta de un reencuentro de padre e hija.

—¿Tú quién eres? —mi padre suelta mi quijada con fuerza y llevo mi mano por la el dolor que dejó su agarre.

—Eso no te importa, no serás mi perra esta noche.

—Dominick —susurro con mis latidos despiertos y fuertes

—Así que lo conoces —mi padre fija sus ojos sobre mí y mis piernas se tensan.

—Tanto con ropa, como sin ella —enfatiza el rubio que ahora solo relaja los hombros ante la situación quitándose las gafas oscuras deslumbrando el color azulado denota <<no entiendo para que las usa, si es de noche>>.

—Así que esté es el chico que me negaste la otra vez —se acerca y me encojo presa de miedo—, eres una maldita perra —levanta la mano y solo me protejo de con los brazos antes de recibir el golpe.

—Te deje algo claro, anciano —Dominick aprieta su mano y éste se retuerce.

—¡Ah! Suéltame... —chilla mi padre.

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