—Eres un fleje de estiércol al pensar que no te localizaría —estampo su cabeza contra la pared y cruje sus huesos en el proceso—. No eres el ejecutor del plan; lo sé. Sin embargo, eres quien ayudó a llevar a cabo al estúpido en tomar a mi hijo.
La sangre calienta mis venas y mi cabeza solo siente la fuerza de mis latidos.
—Mataré a cada uno de los que ayudaron hasta llegar al cabecilla principal —sostengo y la sangre recorre su sien—; pero, primero presenciaras lo que pasará contigo si no me dices quién pudo quitarle el rastreo a mi hijo; cuando eso solo lo puede hacer una persona —tiembla en mis manos y sonrío por lo que le causo—: tendrás que hablar o la manera que se morirán tus amigos; también pasará contigo.
—No lo haré —responde y suelto una carcajada sonora.
—Perfecto —doy la seña que lo sujeten y saco la daga de mi espalda—. No me diste opciones.
Me acerco al grupo de hombres con bolsas en su cabeza y hago la seña para que se la quiten; todos abren los ojos llenos de temor al verme de frente y sé la razón. Al instante suplican por su vida, ofreciendo ofertas para que les perdone la vida.
Agarro uno del cuello posándolo frente al mensajero.
—Bien —palmeo el hombro del hombre cerca de su oído, pero alto y claro—: Te recomiendo que le digas a tu amigo que te ayude o tus dedos se irán uno por uno; hasta cortar tu brazo por completo.
Los dos se miran y mientras uno suplica el otro cierra los ojos mientras las gotas corren por sus mejillas regordetas y sucias con barba.
—No puedo, es un castigo grande si hablamos —me burlo por lo que dice—. Si lo haces, puedes tener un calvario toda tu vida.
—¡Dilo! —suplica el hombre y el mensajero niega.
—Soy tu jefe y ¡no hablarás!
Cansado de tanta palabrería: deshago el dedo meñique sin tiempo a que reaccione y los brotes de sangre salen embalados con el grito sonoro de su secuaz.
—No repito dos veces —recalco y vuelvo a pasar el filo encima del siguiente—. El tiempo pasa.
—Pido clemencia mi señor —suplica y no me inmuto a responder—. Acepto cualquier castigo a cambio que me deje vivir.
—Eso depende de tu jefe —expongo y el asiente lleno de lágrimas a la vez que los demás piden otra oportunidad.
—¡Solo dile la verdad y déjanos vivir!
Tiro de la daga cayendo sobre la piel del hombre que vuelve a chillar con más fuerza.
Traen el líquido azul espeso y sus ojos brillan de temor al saber de qué se trata.
—¿Alguien está reconsiderando su decisión? —miro a cada uno y tiemblan en el suelo.
—Somos fieles a nuestro señor —mofa el mensajero y alzo mis hombros dándole la respuesta que no me interesa.
—Al parecer en el mundo oscuro lleno de fracasados no entienden quién es el dueño de todo.
Abro el frasco listo para tirar el contenido sobre el cuerpo del hombre...
—¡No! Le diré la verdad mi señor —dice y agrega—: solo hágame pagar mi desobediencia, dejándome vivir ¡se lo pido! —el dolor y el color carmesí no cesa en el suelo—; le diré.
Fijo mis ojos en los suyos y espero lo que deseo.
—Se encuentra en las afueras de Múnich en una casa blanca con franjas azules en el norte; Oberammergau —confiesa y el mensajero mira anonadado por la traición.

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Falacia
RomanceEsperar de la vida no es algo que debemos aferrarnos. Confiar en que una persona puede hacerte renacer luego de tanto dolor causado por la maldad que el mundo te ejerce como castigo no tiene precio, terminando con ese mismo sentimiento de dolor, res...