CAPÍTULO 19

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Isabela Jonhson

La mujer despampanante se quita los lentes de vidrio mirándome sobre ellos. Aparto la cara por la oscuridad y la autoridad que presenta, sentándose en el mueble frente al vidrio posando sus manos sobre las piernas cruzadas.

—Buenas noches —saludo entre susurro.

Solo mira a Dominick que permanece en un duelo de postura contra la señora de cabello blanco con ondas sueltas y un traje blanco hecho a la medida. La tensión en el ambiente es incomodo cuando nadie habla y la mujer solo ignora mi presencia.

—Te he dicho que en esta mansión no se trae mujerzuelas —su voz es fría y déspota.

¿Mujerzuela? Odio el termino, por la razón que eso me hacia sentir cuando estaba con mi padre.

—Vete Isabela —ordena Dominick y quedo estática sin poder mover un pie con los pensamientos que tengo—. Te acabo de ordenar algo.

El bloqueo lo desactivo y encamino a la puerta...

—Que no la vea ningún familiar —expone la mujer—. No la quiero ver en la mansión Meyer cuando es una vulgar con esa vestimenta; no deseo ver mi apellido manchado si la ven y sacan conclusiones.

«Maldita anciana» Cierro la puerta a mis espaldas

Camino por el amplio campo verde con arbustos decorado con flores diminutas: blancas y amarillas. La luz brillante refleja mis pasos y la sombra sobrepasa mi tamaño en el suelo; alzo la vista admirando la noche, pequeños rayos pasan sobre las estrellas y sonrío al recordarla «te extraño demasiado». Siempre decimos que nuestras madres son un fastidio, que no la soportamos; pero cuando llega el momento que no la tienes en tus días, que no sientes sus abrazos, las palabras que necesitas escuchar llenas de verdad; te crea un hoyo lleno de soledad con punzadas en el pecho con tal de verla y decirle que la amas.

Es lo que pasa en estos momentos. Extraño sentirla, abrazarla y levantarla como todos los días que respiro. Necesito de ella y es algo que crea un sentimiento lleno de dolor y odio por mi padre que me separará de ella, en no saber si está bien, necesito de ella como mi oxigeno; porqué solo su presencia me crea paz.

—¿Te encuentras bien?

Limpio mis pequeñas gotas que se asoman en salir viendo al chico de estatura mediana frente a mí.

—Sí —respondo—, solo recordaba algo.

—¿Necesitas ayuda? —niego—. Creo que no tuvimos el momento indicado para presentarnos —muestra sus hoyuelos—; Soy Jasper White.

—Isabela Johnson.

Ofrezco mi mano y la recibe con una sonrisa mientras sus ojos se achican al hacerlo.

—La chica de las fresas —expone y río asintiendo—. Ven siéntate y conversemos.

—Creo que no es correcto —volteo a mirar hacia atrás—. Puedo meterme en problemas.

—Por el volcán sensible —lo miro extraña sin entender—. Dominick.

Me saca una sonrisa por lo que acaba de decir.

—No, creo...

—¿El volcán mayor? —tiene un aura divertida—. La dueña de todo esto hasta del mundo.

—Creo que no le agradé.

—La verdad, en esta familia nada le agrada. Solo los hijos de puta que son entre ellos.

—¿Eres amigo de Dominick?

—Se puede decir —contesta uniendo sus manos—, cuando le conviene o tengo que salvarle el culo.

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