EPÍLOGO

72 8 3
                                    

Golpeo las bolsas de boxeo con enojo y descargando mientras pienso como voy a dar mi primer ataque. Las palabras retumban junto a los recuerdos de nuevo teniendo enojo.

Hace un mes y medio donde fui empujada del alto de un edificio pensando que esa persona no lo iba hacer. Desperté en otro lugar sin entender y ahora me encuentro ni segura y parece ilógico luego de escuchar a esas personas.

Ahora estoy en un cable para procesar la información. No niego que me siento diferente. Que mi cuerpo ahora se encuentra protegido y con sensaciones indestructibles.

Sigo golpeando el saco a la vez que pienso en esos recuerdos que los maquillo con odio y repulsión.

No voy a perdonar lo que hizo y mucho menos por no darme la oportunidad de confesarme clavando los cuchillos en mi espalda.

—Veo que no dejarás este lugar —habla una voz y volteo a ver aquel chico de ojos verdes que desde que llegue no me deja respirar.

—Ahora también me persigues en mis tiempos de entrenamiento —ironizo y él sale de la sombra que daba con la pared oscura.

—Mi trabajo ahora es cuidarte —dice y se acerca con ese aroma varonil que desequilibra las hormonas de una fémina.

Juraba que solo Aitor era un búho en mi vida diaria y ahora tengo otro de cabello negro con mirada de asesino tras mi culo durante todo el día.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunto mientras recojo la botella de agua y la llevo mis labios vaciando el contenido.

—Tu padre es el que manda —expone—. No iba desobedecer una orden del gran rey del inframundo.

—Y, infiltrarte en el mundo celestial fue la mejor estrategia —sueno con burla y él enarca una ceja—. Hubieran entrado por mí desde hace un tiempo.

—Aunque ahora sientas un odio por ese lugar y todo lo que tenga que ver con ese sujeto. No quita que sería una idiotez acercarte y decirte que eres la heredera del trono del mundo oscuro y que tu sangre es de un demonio —enfatiza y se acerca hasta quitar la botella que se encuentra aplastada por mis manos—. Tampoco vas arreglar o calmar algo destruyendo la botella pensando en que es ese hombre.

Cada que lo recuerdo es un milímetro de odio que se acumula.

—Debieron ir por mí mucho antes, mucho —recalco al final.

—Lo sé, pero te encontramos ese día en ese antro de ventas asustada y perdida —explica y me ofrece otra botella como si supiera lo que necesito—. No podía llegar nuestro rey a decirte que eres su hija y que estabas perdida.

No he hablado con ellos desde que llegue ... y no es por miedo ni nada. Solo que todavía mi mente no procesa lo que aconteció hace unos días.

—Aunque no quieras, debes hablar con ellos —habla y se acerca a mi rostro—. Pero vete acostumbrando que voy a estar detrás de tu culo las veinticuatro horas.

—Solo me estorbas.

—Acostúmbrate preciosa demonio —emite y sus ojos conectan con los míos queriendo decir algo.

Pasan unos minutos y mi golpe es dirigido a su estómago que lo hace sacar aire de sus pulmones.

—No te me acerques —me bajo a su altura y sujeto su cuello—. Detesto ahora la cercanía de un hombre.

Él no se mueve ni se defiende y no es por falta de hombría. Porqué ya verifiqué que no le interesa que sea una mujer a quien deba eliminar; lo que tiene en su lugar es que tiene prohibido tocarme.

—¡Uh! No niego que se vea sexy ver a Alexander de esa forma derrotado —habla Jayden llegando a nosotros—. Pero debemos ponernos en función.

Me levanto y quito los guantes de boxeo tirándolo y cogiendo la cuerda para saltar sin decirle alguna palabra.

FalaciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora