CAPÍTULO 37

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Dos días disfrutando de las maravillas que México otorgaba. Luego de llegar a New York disfrutando de las grandes pantallas y música en las calles, llegamos a Condado de Miami-Dade y puedo decir que nunca me sentí tranquila junto al hombre que tiene mis pensamientos y dueño de mis orgasmos.

Donde Dominick solo transmitía seriedad y odio a cada nada que nos topábamos con personas. Solo era de presumir su dinero despilfarrando entre joyas y Rolex que se le antoja; aunque yo nunca le pedía nada en cada tienda de lencería entraba como si le valiera mierda quien lo viera para comprar hilos y conjuntos de encaje para rasgarlas en la noche al verme con ellas.

—Agarra lo que quieras —propone cuando viene con dos personas detrás llena de ropa de él.

—¿Qué?

Acorta la distancia rozando sus labios por mejilla hasta llegar a mi odio:

—Toma todo lo que quieras y eso incluye esas tangas que te muestran el culo —el escalofrío me recorre—. No te olvides de zapatos altos.

Su altura me sobrepasa inundando el entorno con su loción que las mujeres no se le despegan en admirarlo.

—Lo que quiera... —reitero.

—Primero aprobaré los conjuntos que escojas; en especial el negro—recalca y mis mejillas se colocan rojas al recordar esa noche.

Él se sienta fuera del probador y miles de vestidos pasan por su "calificación" eligiendo los más provocador resaltando mis tetas. Pruebo miles de lencería que el hilo se pierde entre mis nalgas resaltando uno de mis atributos; las ligas pasan por mi seno y sobre salto cuando entra sin aviso.

—¡Estás loco! —susurro viendo que nadie venga—. Sal de aquí, pueden verte.

—Y yo quiero verte —espeta dándome la vuelta quedando frente al espejo con él en mi espalda—. Me gusta —pasa sus dedos por todo el centro de mi cuello descendiendo entre los senos—; tus tetas se ven magníficas con cualquier cosa —llega a mi sexo jugando con el elástico que da a mi coño que se encuentra húmedo al tenerme en esta posición—. Mira tu rostro cuando te toco; tu respiración entre abre tus labios soltando pequeños jadeos que me alteran a mi polla con tal solo ver ese gesto.

Hurga en mis bragas que ahora la vergüenza se vuelve protagonista por la prenda que llevo puesta y los jugos se impregnan en él.

—Sabes que me perteneces y tu cuerpo de igual manera —habla en mi oído y la imagen es tan erótica—. Ábrete de piernas.

Hago lo que me pide y mete sus dedos en mi canal resbaladizo y caliente. Besa mi cuello viéndome a través del espejo cerrando mis ojos dándole más acceso a mi piel a la vez que me tortura con sus dedos.

—Mírate —ordena hasta clavar mi cara en la posición que me encuentro mientras sus dedos me follan—. No habrá nadie quien borre lo que yo provoco en ti....

—¡Mierda! —siento el fuego bajar a mi entrepierna amenazando con el orgasmo.

—¡Vente aquí y ahora! —suelta palabras que me encienden de tal manera de soltar el orgasmo que quería contener—. No te quites el conjunto; seré yo quien te lo arranque —recalca y sale sonriendo a través del vidrio chupándose los dedos como si fueran una crema dejándome en el limbo.

Sus labios en mi piel son como la marca hecha de fuego que me quema cada poro que es sellado por él. Me balanceo sobre su miembro mientras reparte besos por el cuello, clavícula y senos atrayéndome más a su cuerpo.

Nuestros cuerpos se acoplan como si fueran destinados a encontrarse y no poder olvidarse. Sus gemidos roncos dejando pequeños gruñidos que me prenden cada vez que me folla a su manera; pero hoy es diferente, no es nada posesivo o salvaje solamente nos dejamos llevar con el ambiente y la luz tenue que entra por la habitación.

FalaciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora