CAPÍTULO 7

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Otra noche en que este lugar está repleto de personas. Tomando y disfrutando de los bailes por parte de las chicas. Limpio lo que puedo dirigiéndome con los tanques de espuma hacia los baños.

Al caminar con la poca fuerza. Un torso duro choca con mi diminuto cuerpo logrando que rebote; alzo la mirada y unos azules cristalinos se fijan en los míos. Toca la camisa blanca de traje empapada de agua, resaltando a la vista su cuerpo trabajado que hace babear tanto tu boca y vagina al mismo tiempo.

—¿Acaso no ves? —suelta enojado—. No disfruto de una buena prostituta y ya estoy sucio.

Su expresión no me hace tan feliz y mi gesto cambia de inmediato.

—Disculpe —digo tratando de limpiar su camisa, pero amaga mis manos.

—No me toques —protesta—. No quiero saber que tocaron tus manos.

—Déjese de idioteces —exclamo enojada—. No tengo la culpa que no mires donde colocas tus pasos al ver una chica caminar con un balde de espuma hacer su trabajo.

—No miro cajas diminutas.

¿Acaba de decir?

—Es un idiota —me acerco, aunque su altura es el doble que la mía y debo alzar la cara para detallarlo.

—¿Te gusto?

—Claro que no —respondo

Sin embargo, aquellos azules se graban en mi mente; la barba semi crecida lo hace notar un porte masculino que te moja las bragas.

—Solo quería decirle, que nadie tomaría atención a un poste de luz que no se hace notar.

—¿Qué acabas de decir?

—Busca ayuda auditiva, creo que no te hicieron exámenes cuando naciste.

—¿Qué sucede aquí? —la voz de la mujer encargada de este lugar se acerca y al ver las miradas asesinas entre el desconocido y yo se coloca entremedio—. ¿algún problema?

—No, lo...

—Sí la hay —habla el hombre sonriendo perverso—. Esta chica mojo mi traje y además me falto el respeto diciendo que soy un acosador y que la interrumpí en su hora libre.

—¿Qué? —pregunta la rubia.

—Eso no es cierto —niego ante sus palabras—. Chocaste conmigo y traté de limpiar tu camisa y aun así me trataste mal.

—Paula, quítamela del camino o retiro el dinero que ofrecí —vuelve a mostrar esa sonrisa siniestra.

—¡No! —la mujer agarra mi brazo delgado—, largate a trabajar antes que Álvaro se entere de esto.

Me empuja y camino volteando antes para ver al hombre de hace unos segundos. Él no quita su mirada y la siento en mi espalda quemándome al caminar a los baños.

Todos me llaman para que limpie dónde se les apetece. Ahora me hicieron el encargue de limpiar los reservados antes de que otra los use; abro y la cama es un desastre <<hazlo por tu comida Isabela>> quieto los edredones colocando unas nuevas y limpias. Limpio el baño dejándolo reluciente y dejo las cosas afuera mientras acomodo lo último en la cama.

—Preparando el lugar —un hombre habla detrás de mi sobresaltándome.

Volteo a ver y es el mismo hombre de hace algunas horas.

—¿Qué?

—Así que tu eres la prostituta que me costó millones siendo la más eficaz del lugar —pasa sus dedos por su barbilla merodeándome—. Desvístete.

FalaciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora