CAPÍTULO 47

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Aterrizo en el lugar y la bajo con cuidado hasta llegar a mi destino en el cual se encuentra en alerta por la llamada.

—Envenenamiento desconocido —informo colocándola en la camilla que se encuentra altos conocimientos con cualquier sustancia extraña—. La quiero limpia; no saldrán de aquí hasta que este sana y con ninguna gota de esa mierda.

—Ya oyeron, manos a la obra —el médico químico empieza a ponerse en función y me dicen que espere afuera.

El vidrio me separa de toda la escena y solo miro el móvil con llamadas y exigencias por parte de Alice que ignoro buscando más personas que se pongan en función, utilizando caminos que jamás pensé usar.

Luego de seis horas en donde solo me mantengo frente a su cuerpo que yace conectado con un tubo en su boca y médicos expertos junto a bioquímicos la merodean y monitorean tratando de hallar la respuesta total a lo que quiero. El hambre se me quita y solo me centro en ella en las próximas horas que no salen de ese maldito lugar haciéndome cosquillar las manos desconociendo lo que me sucede y la manera que busco estabilizarla.

—Señor, el doctor lo pide en el consultorio —la enfermera avisa y asiento hasta llegar al pequeño salón.

Entro sin llamar y el susto lo toma.

—No tengo tiempo, dígame todo.

—Es algo muy potente —expone y muestra unas imágenes de su cerebro que desconozco—. Su sistema neurológico ha sido afectado por los constantes compuestos nocivos que le han suministrado durante todo este tiempo; refleja una alteración que la hace desconectarse de sus movimientos y sensibilidades hasta transformarse y poder olvidarse lo que es.

—¿Pudo descubrir de que se trata? —muevo mis los dedos por mi barbilla.

—Sí, fue difícil encontrar esas moléculas que trastorna su cuerpo —explica—; sin embargo, es la única respuesta acertada a nuestras hipótesis y es que este sujeto utilizó una herramienta comprometida que no se encuentra con facilidad volviéndola una droga o mejor dicho un veneno mortal que me sorprende que su sistema haya soportado.

—Al punto.

El pecho empieza a explotar y galopea con fuerza.

—Es una planta que no es utilizada para drogas por ser venenosa con el contacto de la piel, es Aconitum napellus: una planta que se encuentra por Europa en lugares húmedos y sombríos —explica y agrega—: por esos las afectaciones neurológicas y cardiacos que encontramos —muestra imágenes en pantalla—. Un paciente normal y la de señorita Isabela, esta planta con tan solo una mínima porción puede causar la muerte por sus potentes efectos cardio tóxicos y neurotóxicos.

—¿Existe una cura para esto?

—Cuando es utilizado para drogas las probabilidades son bajas —expone y el impacto es tan frio que me hace tensar los músculos—. Trataremos de estabilizarla y poder lograr; ya en sí que viva es un milagro y no es normal.

—¿Normal?

—En estas circunstancias la señorita no hubiera sobrevivido con una mínima dosis de esa potencia tan destructiva —admite—, no quiero afirmar nada; pero tengo la duda si ella es completamente normal.

—Quiero el informe, yo me encargo de los gastos y buscaré las pistas para afirmar nuestras dudas.

—Usted también lo piensa ¿no?

—Sí.

—Como usted ordene señor, estaremos las veinticuatro horas al cuidado de ella, trataremos de mantener todo esto bajo perfil.

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