Dominick Meyers
Estrello el vaso contra el suelo y ya van tres que pierdo el control a la vez que me tiro en el suelo perdido. Mi Matt... no tenía el valor de poder vengar tu muerte, cuando ella misma lo es para mí. No soy capaz...
La primera vez jamás me quité su maldita mirada y nunca pude leer sus pensamientos y ahora entiendo que fui el payaso en esta historia. Estuve con el mismo demonio siendo un borrego que buscaba llenarse por lo que su cuerpo emana y chocaba cuando mis razones trataban de hablarme y no hice caso.
—¡Maldita mierda!
Vuelco el escritorio haciendo en dos pedazos el portátil y los papeles son destruidos por el líquido marrón que se encuentra disperso en el suelo.
Tuve el enemigo en mis sabanas y lo peor que disfrutaba poseer de él cada noche y en cada rincón. Y lo que más jode que no me arrepiento y se volvió como un puto pulmón que me hacía sentir en otro mundo.
Trabajé tanto por ocultarla, que las piedras no arrojaran lo que es. Maldita sea mi puta vida donde acabo donde no quiero. La salve de aquellas garras y fueron las mismas que me hundieron a mí.
Como dicen, un demonio es la tentación del mundo pulcro y sano. Fui condenado por sus labios, atraído por su belleza y esclavo de sus palabras dulces y llenas de inocencia.
Por más que quise aceptarla sin tener pruebas que fuera 100% de ese mundo e igual la protegí. No quiero verla, quiero arrancarla y sé que lo haré; porque ninguna mujer me va hacer caer.
—Fui ahora esclavo de otras cadenas —hablo para mi mismo—, en vez de condenar; fui condenado por una bruja que es una imagen llena de tentación.
Le mentí para protegerla, la oculté para tenerla en un puto cristal para que nadie la tocara. Porque sabía lo destruida que estaba y prometí que más nadie la iba a tocar o volver a dañar. Y lo único que tuvo como resultado es que el destruido fui yo sin tener la valentía de arrancarle el corazón. Un imbécil que la encierra sin quitarle el brazalete y muera lentamente asfixiada en las mazmorras.
—Te odio Isabela Johnson.
Tomo las fotos que tenía guardadas de ella. Empino la botella vaciando el contenido sobre mi garganta viéndola en un puto papel como adolescente. No quise aceptarlo, quise dañarla y olvidar todo lo que hice por una maldita, sin saber que ese era mi condena.
Amarla, amar a un ser prohibido que me tentó y ahora no puedo con todo esto. Alguien abre la puerta y Alice entra viendo mi aspecto.
—Lo sabías ¿cierto?
Digo mientras trago esa bola que me ataca una y otra vez.
—Sí, era enterarte o seguir cegado.
Uso mi fuerza colocando contra la pared y ella mueve mi cuerpo con el poder que tiene.
—A mí me respetas Dominick —trona—. Ahora levántate y mata a esa malnacida y responde con tu deber como próximo Rey.
—Rompo toda unión con ese contrato —aseguro y ella abre sus ojos—. De ahora en adelante manejaré esto a mi manera sin dejarme joder de nadie; menos de ti Alice.
—Desechas los sacrificios que he hecho por le bien de nuestro mundo y nuestra creación —clama ofendida—. Te vas a echar a perder por algo que no valía la pena. Cuando sabes que si se enteran que tuviste algo con el mundo oscuro van a condenarte.
—Mi abuelo sabe que ocultaste la verdad de uno de los miembros Meyers —expongo y su rostro ahora palidece—. Que su esposa la madre del universo no fue sincera con el mismo creador de los mundos y evitar la mezcla de dos mundos —me acerco y susurro—. Porque si me jodo, te jodes tú por ocultar la verdad.
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Falacia
RomanceEsperar de la vida no es algo que debemos aferrarnos. Confiar en que una persona puede hacerte renacer luego de tanto dolor causado por la maldad que el mundo te ejerce como castigo no tiene precio, terminando con ese mismo sentimiento de dolor, res...