CAPÍTULO 17

79 9 33
                                    

Mi cuerpo se siente en las nubes por la suavidad y el olor que desprenden las sabanas. La molestia de los rayos se hace presente y rozo mi cara sobre las colchas respirando con fuerza; me siento bien ahora. Me levanto de golpe y el mareo se identifica agarrando mi cabeza para adaptarme a la claridad.

Mis parpados se adaptan a fuerte luz de la habitación mirando por la ventana los altos pinos verdosos moverse. Fijo mi mirada a la puerta y a un lado se encuentra Dominick con un chándal azul con un pie apoyado sobre la pared blanca.

—Buenos días fresilla —sus ojos solo detallan los míos de manera intensa sin apártalos—. A tu lado tienes el desayuno.

Volteo a mirar la mesa de noche y una bandeja con frutas y emparedados se encuentra en ella con un vaso grande de cristal de líquido rojo.

—Gracias y... buenos días —tartamudeo por su mirada que no despega—. ¿Y tú no comerás?

—Ya desayuné —da pequeños pasos para acercarme la bandeja de madera cerca de mis muslos—. Mande a preparar jugo de fresa —ahueca su cara en mi cuello sintiendo su respiración—, ahora soy adicto a todo lo que se refiera a ella —me eriza la piel por el roce de sus labios sobre mi piel mientras habla grueso cerca de mi oído—, espero que te guste.

—Gracias —me aparto de su cercanía y él se apoya de una mano sobresaltando las venas en ella—. ¿Cómo te fue anoche?

Suelto de golpe a la vez que llevo el primer bocado.

—Bien —vuelve a mirarme fijamente—. Tener sexo siempre ayuda para las energías del día siguiente —no despega sus ojos que solo me colocan nerviosa—, Karen te manda saludos.

—No quiero nada de esa tipa —espeto.

—Entonces, ¿Por qué preguntas de eso?

—Solo me preocupe al no verte llegar —alego—. Solo fue una simple pregunta.

—Y te dije que no me esperaras despierta —enfatiza—, para eso tendría que ser tu esposo.

—No empieces con lo mismo —lo detengo—. Solo ayúdame a conseguir lo que quiero.

Quedo plasmada con lo que hace: la bandeja deja de estar sobre mi cuerpo y queda inclinado sobre mi cara mirando mis labios; relamiendo los suyos.

—¿Qué quieres fresilla? —su fragancia masculina se impregna en mis fosas nasales.

Cierro los ojos esperando con mi cuerpo tenso lo que hará.

—¿Esperas que te bese? —susurra seductor.

—No —respondo segura—. Solo quiero que encontremos a mi madre.

—Solo pídelo.

—Pedir ¿Qué?

—Que te bese —roza su nariz por el borde de mi cuello—. O mejor aún; que te folle como ese día.

Trago grueso y mi saliva se aliviana al pasar las imágenes de los dos en uno.

—No voy a coger contigo —reafirmo—; no puedo follarme alguien que se acuesta con otra.

Muestra una sonrisa.

—Le temes al éxito.

Se levanta para posarse frente a la ventana que su reflejo se dibuja en el vidrio.

—Termina de desayunar y luego pasa a mi despacho.

Vuelvo a regular mi respiración cuando desaparece devorando mi desayuno, disgustando cada sabor. Esta casa es grande y admiro las estructuras brillantes doradas en el techo con figuras de alas blancas y aureolas en distintas partes; pilares altos y blanco con franjas azules pálidas. Bajo las escaleras mirando alrededor.

FalaciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora