Isabela Johnson
El desespero me abarca y termino buscando la manera de hablar con él. No quiero posponer más el encuentro de mamá; de igual manera, es el único que puede ayudarme con el nombre del sujeto de aquella noche... ¿Qué estoy loca?, sí. Tampoco creo que le importe mi desespero por encontrar el sujeto.
Me percato que nadie venga o alguno de los reclutados me encuentre en el pasillo.
La luz se refleja bajo la puerta y emprendo camino con pasos largos. Giro la manilla y Dominick se encuentra sentado con un vaso de whisky bordeando su dedo sobre el cristal; su aspecto es como un vagabundo sin vida, puedo ver sus ojos sin animo y que traiga la camisa desabotonada te trae distintos escenarios.
—¿Qué haces aquí?
Se empina un largo trago dejándolo vacío y sus ojos se conectan con los míos.
—Necesitaba hablar contigo —explico.
—Y por eso ¿entras como una cara de loca como si fueras a cometer un crimen? —dice con ironía—. Y no tomas en cuenta que entras a la cueva del león.
—Vengo hablar, pero...
—Isabela, ahora estoy ocupado.
—¿Bebiendo?
—Eso no te interesa —se levanta a servir más regresando a la mesa—. No te di permiso para que te sentaras.
No le hago caso y uno mis manos sobre mis muslos.
—Quiero hablar —recalco—. No me interesa si quieres o no —no me mira—. Tú entras a mi habitación a follarme y no preguntas si quiero o no.
Suelta una risa mirándome de reojo.
—Porque no se pregunta lo obvio.
No digo nada y solo miro su aspecto astros que ofrece.
—¿Sucede algo? —se queda en silencio—, no tienes buen aspecto.
Se levanta sin soltar el vaso hasta acercarse y voltear mi silla quedando bajo su sombra.
—Vine hablar lo de mi madre —me adelanto—. Y quiero que me ayudes a encontrar a alguien.
Sus ojos son oscuros como si algo guardado tiene dentro de él siendo una amenaza si lo expresa.
—¿A quién? —me analiza encogiéndome en el puesto—; lo único que te prometí es encontrar a tu madre, no a terceros.
—Solo te estoy pidiendo un puto favor.
Se voltea golpeando la mesa con la base del vaso de cristal.
—¿Por qué te encuentras así?
Su mano se resbala sobre la mesa y lo sujeto antes que caiga.
—Me siento impotente por no salvarlo —sus palabras salen con enojo.
—¿A quién?
—¡Hijos de perras no tendrán vidas para librarse del castigo en el infierno!
Trata de dar un paso, pero el nivel de alcohol vuelve a tambalearlo.
—Ok... estás demasiado ebrio —lo sujeto del brazo y él se suelta de mala gana.
—Solo... dime a quién quieres encontrar...
—Me confesaste que...
—Al punto —me corta y su prepotencia me colma la paciencia— ¿A tu ceniciento?
—¿Qué?
—Lo único que no dejó el zapato, me haría más fácil el trabajo —suelta con sarcasmo—. Déjame solo.
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Falacia
RomansaEsperar de la vida no es algo que debemos aferrarnos. Confiar en que una persona puede hacerte renacer luego de tanto dolor causado por la maldad que el mundo te ejerce como castigo no tiene precio, terminando con ese mismo sentimiento de dolor, res...