CAPÍTULO 20

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Isabela Johnson

Mis piernas no dejan de moverse recordando las imágenes de la noche anterior ¿Qué mierda pasó? No pensé experimentar lo de anoche. No puedo creer que soporte su dominación y ese momento que hizo que temblara en toda la puta distancia. Prometí no caer, pero es tan sexy con fragancia de macho alfa que puede hacer que caiga sin pensar las consecuencias.

Me miro frente el espejo mirando las marcas sobre mi piel «maldito idiota» busco la forma de taparlas, pero están tan marcadas como una estampilla permanente.

—¡Buenos Días! —abren la puerta dándole paso a Jasper—. ¡Que hermosa mañana! ¿cierto?

Se echa en la tumbona de la esquina colocando las piernas en la mesa de cristal.

—Cuéntame ¿puedes caminar?

—¿Qué? —trago grueso.

—Ayer las demandas de Dominick, no me dejaron dormir —alega.

—Yo...

Las palabras quedan a media por la confesión

—Es muy controlador por lo que escuché, por cierto —coge una revista de la mesa ojeándola—. Entrarás a los guardianes.

—¿Guardianes?

—Sí, los que cuidan la mansión y agarran a los asquerosos que rompen las reglas en el mundo.

—¿Son policías?

—No

—¿Agente?

—Muy básico.

—Entonces...

—Somos ese grupo que se pasa por gente débil para ser víctima de un verdugo y así podemos obtener fácilmente en nuestras redes a los seres que solo hacen mierda el mundo.

—Son agentes entonces.

—No, los agentes tienen una base policial o un grupo que se basa con el FBI —cierra la revista de golpe y agrega—: nosotros no pertenecemos a nadie, tampoco trabajamos para un gobierno. Solo agarramos a los desperdicios y Dominick se encarga de sus castigos.

—Dominick ¿es juez?

—Podemos decirle que sí —contesta—, y uno demasiado maldito.

—¿Y qué tengo que hacer?

—Agustín te entrenará y ayudará en tu crecimiento —explica—. Debes estar preparada para todo, bailes, acercamientos, seducción y demás. Sé que será difícil para ti, pero debes dejar todo y hacerte de acero para que nadie te lastime, ten en tu mente que eres tú o el asechador.

—Puedo, tranquilo —respondo con seguridad.

—No caigas en los señalamientos —apoya sus manos en mis hombros y dice—: tampoco te dejes vencer por los comentarios que estoy seguro que la señora Meyer hará al verte entrenar. Eres Isabela Johnson y no te dejas de nadie.

—Ok...

—Te espero en cinco minutos en el vestíbulo —asiento y se levanta —. Por cierto, me llevo esto.

Suelto una pequeña sonrisa al verlo agarrar la revista llevándolo debajo de su brazo.

Un gran campo se detalla por una multitud entrenando: dúos, triples con guantes golpeando a su contrincante, otros corren alrededor como también de lado a lado. Mujeres y hombres se enfrentan como si fuera lo más natural del mundo.

—Bienvenida a la guerra —Jasper alza la mano llamando a un hombre alto, blanco y unos grandes brazos.

—Te presento a Agustín —el sujeto me mira de pies a cabeza—. Guardian élite encargado de los principiantes, maestros y veteranos.

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