Arco: La Balanza. Capítulo LXXXI

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Mi mirada se perdía en el azul de las paredes. Un azul tan claro como el de un cielo despejado, en las primeras horas de un día de verano.

Intentaba olvidar todo lo que había visto, vivido y escuchado, pero, era imposible para mí, en especial tras sentir constantemente el dolor de mi brazo izquierdo que estaba vendado, por las diversas heridas que había en él. Además no podía ser indiferente a las punzadas, que aunque no dolorosas, se mantenían en mi mano derecha donde estaba la runa autómata.

─¿Por qué?

Pregunté al aire, buscando dar con una respuesta que me explicará todo lo que deseaba saber en ese momento, en especial, lo que era una marca de espacio y una de tiempo.

Las respuestas jamás llegaban. Como jamás se alejaba la culpa de haber dejado de apretar el puño derecho, cuando Lek y Fire, realizaban sus ataques, al igual que haber dejado a Pink intentar luchar contra Hoopa y sus vasallos.

─Todo... todo es mi culpa. Ahora tres de mis pokémon están en otro mundo, alejados de mí...

Deje de ver el techo para ver la pequeña y oscura mesa de noche, a un costado de la cama donde me hallaba acostado, donde se encontraban dos pokeballs con un runa similar a la de mi mano, bajo el botón central de cada pokeball.

Baty y Praga, fueron los únicos pokémon que estaban conmigo al momento de ser tragado por el aro de Hoopa, y, ser enviado de vuelta a mi mundo. Aún seguía sorprendido por esto último pero, mis intentos de olvido, el dolor y las punzadas, acababan apabullando mis pensamientos.

Sentí la necesidad de sentarme, ya que, el reloj digital sobre la puerta de madera que separaba habitación del resto de la casa, marca las doce del mediodía, una hora en la que mi tía traía el almuerzo y para ver como avanzaba mi recuperación. Debo admitir que durante estos dos meses, ella se ha encargado de mí, como generalmente había hecho desde que mis padres empezaron a trabajar fuera de la región.

Coloque la sábana blanca hacia el final de la cama, mientras daba un rápido vistazo a la sencilla habitación donde me encontraba. Sobre una larga mesa blanca, reposaban una televisión y el monitor de una pc, ambos apagados. Cerca de la ventana estaba otra puerta que llevaba al baño, y un armario se encontraba frente a la puerta del baño, separado la ventana de la larga mesa.

Mis pies acariciaron el alfombrado piso azul, mientras me levantaba de la cama y me dirigía al baño. Quería lavarme la cara para poder comer con más calma, además que hoy venia un amigo del trabajo de mi tía a cenar y, ella me había rogado que bajará a comer, por lo que prefería estar activo desde ya, si quería estar listo para la cena.

Al momento de bajar la palanca de la poceta, oí la puerta del cuarto abrirse.

─¿Matt? ─preguntó mi tía.

─¡Estoy aquí! ─respondí mientras empezaba a lavar mis manos, para luego seguir con mi rostro.

─¿Todo bien, mi niño? ─su voz se oyó muy cerca de la puerta, por lo que era obvio que estaba frente a ella─ ¿Te ha pasado algo? ¿Necesitas ayuda?

─Estoy bien, tía ─respondí llevando agua a mi rostro para retirar el jabón─. Estoy lavando mi cara.

─Esta bien ─indicó alejándose de la puerta─. Recuerda no mojar las vendas, aunque en un par de horas te las cambiare.

─Entiendo, tía.

La puerta del cuarto volvió a cerrarse, por lo que volvía a estar sólo.

Mi tía, sabia darme espacio, por ello su hermano que a la vez era mi padre, decidió que era mejor que ella me cuidará. A mi madre no le gusto la idea de dejarme bajo su cuidado, tras haberme yo perdido durante tres meses y aparecer al otro lado del mundo lleno de heridas y sin Fire y Pink, pero al final acepto puesto que aún tenían que cumplir con un contrato que habían dejado de lado, al empezar a buscarme tras mi desaparición.

Pokemon: Lejos de CasaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora