Capítulo LXVI

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El olor a pino que desprendía la sala era increíble. Ese olor tan particular y único, me hacía olvidar la razón por la cual esperaba a Mana. Ella tenia su habitación de reuniones extremadamente limpia y ordenada, tal y como a mi me gusta. Orden y limpieza, lo mejor que hay.

Los libros estaban ordenados alfabéticamente y por tamaño; los estantes limpios y de una manera armoniosa separados entre sí, las sillas extremadamente cómodas se hallaban tras un excelente y bien ordenado escritorio, donde una libreta perfectamente colocada en medio de dos lápices se encontraba cerrada; la computadora se veía muy limpia y en buen estado; la nevera aun lado de la puerta del baño no tenía ni una marca de suciedad en sus manillas; y finalmente el suelo de mármol estaba reluciente. Las paredes de un color celeste daban esa sensación de armonía que junto a los pequeños detalles dorados ─la mayoría en forma circular─, terminaban de dar ese toque de tranquilidad y poder.

─Agradezco su puntualidad, general Frédéric.

Al oír la voz de la miembro número uno del N1, me levante e hice mi saludo de respeto con la mano al nivel de la frente. Espere que se sentará en su asiento para, yo tomar el mio.

─Seré directa, general ─dijo Mana viendo a mis ojos. Era muy complicado verla a los ojos cuando tiene una larga cicatriz en el lado izquierdo de su cara─. Necesito que use a sus mejores hombres para encontrar a esté muchacho.

De la libreta en su escritorio saco una foto. Era un muchacho de menos de veinte años, con ojos café, cabello negro y una color de piel blanco. En la foto vestía una camisa blanca y unos pantalones negros. No parecía tener nada llamativo ni especial pero, recordé haber visto esa cara antes.

─¿No es el muchacho que tiene al Ditto? ─pregunte viendo la cicatriz en la piel morena de Mana.

─Sí, ese es el muchacho. Su nombre es Matt ─respondió la miembro número uno antes de enrollar su cabello castaño─. Intente capturarlo pero, escapo de alguna manera. Ahora sabemos que fue él, quien causó los estragos en la fortaleza oriental...

─¡¿Fue él?! ─exclamé─ ¡Disculpe no quise interrumpirla!

─Sí, fue él ─respondió con severidad─. Ese muchacho hace dos días creo un caos en la fortaleza oriental ─se irguio en su asiento─. Ahora según los espías, logró de alguna manera escapar hasta la zona entre los bosques Bota y Pata de Dragón. Como en estos momentos estamos lidiando con el contraataque, no puedo movilizarse hasta esa zona, es por ello que necesito uses algunos hombres disfrazados como soldados de Sier y junto a ellos, se infiltren en el bosque Pata de Dragón.

─¿Yo?

Pregunté indignado, ya que había sido yo, quien ideó un plan para tomar la única ciudad que Novaca tiene bajo su poder en estos momentos, la ciudad Rubí. Desde hacía años no trabaja como infiltrado, por lo que sentí esta misión como una bofetada a mi título de general por parte de Mana.

─Sí, usted junto a los hombres que elija, general Frédéric ─respondió antes de dirigir su mirada a la pantalla del ordenador.

─¡Esto es una ofensa a mi título, mi trabajo y mi nombre! ─repliqué con enojo─ ¡No puedo aceptar está ridícula misión en la que quiere, yo forme parte!

─General Frédéric y conquistador de la ciudad de Rubí. ¡Me sabe a Trubbish y Garbodor, sus títulos, trabajos y nombre! ─exclamó Mana─ Primero ─dijo con calma─, usted no es un miembro de la nobleza, por lo que usted debe obedecer por obligación a los tres primeros miembros y al líder de N1. Segundo de nada vale su conquista a Rubí, cuando necesito de Loy para hacerlo. ¿Ya entendió?

Mi orgullo fue aplastado por completo. La mujer frente a mi tiene razón. Sólo los miembros de la nobleza están exentos, de seguir las órdenes de los miembros del N1, sobre todo de los tres primeros y su líder, el resto estamos obligados por ley, si es que no deseamos vivir en una cárcel o morir.

Pokemon: Lejos de CasaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora