18- La Noche en el Gran Comedor

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Durante los días siguientes las Clases de Defensas Contra las Artes Oscuras se convirtió en la favorita de la mayoría.

-Mira cómo lleva la túnica -solía decir Draco murmurando alto cuando pasaba el profesor-. Viste como nuestro antiguo elfo doméstico.

Pero a nadie más le interesaba que la túnica del profesor Lupin estuviera remendada y raída.

Nuestras siguientes clases fueron tan interesantes como la primera.

Después de los boggarts estudiamos a los gorros rojos, unas criaturas pequeñas y desagradables, parecidas a los duendes, que se escondían en cualquier sitio en el que hubiera habido derramamiento de sangre, en las mazmorras de los castillos, en los agujeros de las bombas de los campos de batalla, para dar una paliza a los que se extraviaban.

De los gorros rojos pasamos a los kappas, unos repugnantes moradores del agua que parecían monos con escamas y con dedos palmeados, y que disfrutaban estrangulando a los que ignorantes que cruzaban sus estanques.

El profesor Snape estaba aquellos días especialmente propenso a la revancha y todos sabían por qué.

La historia del boggart que había adoptado la forma de Snape y el modo en que lo había dejado Longbottom, con el atuendo de su abuela, se había extendido por todo el colegio.

Snape no lo encontraba divertido.

A la primera mención del profesor Lupin, aparecía en sus ojos una expresión amenazadora. A Longbottom lo acosaba más que nunca.

La única clase que aborrecía, era la sala de la torre norte de la profesora Trelawney, descifrando símbolos y formas confusas, procurando olvidar que los ojos de la profesora Trelawney se llenaban de lágrimas cada vez que miraba a Potter.

A nadie le gustaba realmente la asignatura sobre Cuidado de Criaturas Mágicas, que después de la primera clase tan movida se había convertido en algo extremadamente aburrido.

Hagrid había perdido la confianza.

Ahora pasaban lección tras lección aprendiendo a cuidar a los gusarajos, que tenían que contarse entre las más aburridas criaturas del universo.

A comienzos de Octubre, los partidos de Quidditch llegaron y la mayoría de los hombres del equipo tenían un entrenamiento demasiado duro. Constaba de hacer musculos y muchas cosas para ser ágiles.

-Para ser una chica eres realmente buena, Riddle, -dijo cuando terminamos de entrenar y se sentaba en el pasto a descansar- pero te haces muy debil al jugar contra Gryffindor.

-Solo fue un empate y que sea chica no significa que sea débil y no sepa jugar quidditch -afirmé poniéndome de brazos cruzados- Es más fácil que ustedes sean los débiles pero no entraré en detalles.

Los jugadores se miraron entre sí como la primera vez con miradas burlonas, otros con miradas indignadas como la de Flint que ya no tenia una sonrisa maliciosa si no la mandíbula apretada mientras mantenía una fulminante mirada puesta en mí.

Draco en ese momento solo rodó los ojos y no declaró nada porque sabia que no habia ni tocado la escoba en ese entrenamiento. Ahora sabia que Flint me dejaria entrenando aún mas duro por dos horas más, y así fué. Su excusa fue decir que si no era débil, entrenaria el doble.

Después de aquellos entrenamientos, regresar a la mazmorra era muy difícil para mí por el cansancio y el frío que atrapaba a cada jugador de quidditch.

En la sala común, mientras armaba un rompecabezas de tres mil piezas apareció Pansy Parkinson con el permiso de Hogsmeade en manos, se sentó a mi lado y miró todas las extremidades de el calamar gigante en silencio.

Enamorada de Potter (Harry Potter y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora