42- Insignias

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Nadie aplaudía.

Un zumbido como de abejas enfurecidas comenzaba a llenar el salón.

Algunos alumnos se levantaban para ver mejor a Potter, que seguía inmóvil, sentado en su sitio.

En la mesa de los profesores, la profesora McGonagall se levantó y se acercó a Dumbledore, con el que cuchicheó impetuosamente.

El profesor Dumbledore inclinaba hacia ella la cabeza, frunciendo un poco el ceño.

Más allá de ellos, vio que todos los demás ocupantes de la larga mesa de Gryffindor lo miraban con la boca abierta.

En la mesa de los profesores, Dumbledore se irguió e hizo un gesto afirmativo a la profesora McGonagall.

—¡Harry Potter! —llamó—. ¡Harry! ¡Levántate y ven aquí, por favor!

Potter se puso en pie, se pisó el dobladillo de la túnica y se tambaleó un poco.

Avanzó por el hueco que había entre las mesas de Gryffindor y Hufflepuff.

La mesa de los profesores no parecía hallarse más cerca aunque él caminara hacia ella, y notaba la mirada de cientos y cientos de ojos, como si cada uno de ellos fuera un reflector.

El zumbido de los alumnos de Slytherin se hacía cada vez más fuerte.

—Es un maldito tramposo —dijo Parkinson con el ceño fruncido abucheando.

—¡Tramposo! —gritó un muchacho de tercer curso.

—¿Por qué lo haría?

—Es claro, lo hace para sentirse como un campeón.

Los miré.

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Al despertar el domingo por la mañana, la sala común estaba desierta, todos estaban en el comedor.

Al subir y entrar en el Gran Comedor, algunos miraban a Potter fijamente como si no pudieran creer lo escuchado.

Me puse de pie, y sali de el Gran Comedor hacia el lago negro donde estaba anclado el barco de Durmstrang, que se reflejaba en la superficie como una mancha oscura.

Era una mañana fresca.

—Oh, pero ¿ese no es Potter y la chimoltrufia de Granger? —dijo Parkinson mirándolos— ¿en dónde se metió la comadreja?

—¿Se habrán peleado? —preguntó una de las chicas de las cuatro respectivamente rubia.

—Yo que se —respondí con los brazos cruzados— No es mi problema.

No iba a volver a convertirme en un hurón si Moody llegase a enterar de lo que hacía Parkinson.

En circunstancias anormales me ponía de mal humor de ver a Hagrid, pero la asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas implicaba ver también a los de Gryffindor.

Los Slytherin llegábamos en orden.

—¡Ah, miren, es el campeón! —nos dijo Malfoy a Crabbe, Goyle y a mi en cuanto llegamos a donde Potter podía oírlo.

—¿Haz traído el libro de autógrafos? Tienes que darse prisa para que se lo firme, porque no creo que dure mucho: la mitad de los campeones murieron durante el Torneo. ¿Cuánto crees que vas a durar, Potter? Mi apuesta es que diez minutos de la primera prueba.

Crabbe y Goyle le rieron la gracia a carcajadas, pero Malfoy tuvo que dejarlo ahí porque Hagrid salió de la parte de atrás de la cabaña con una torre bamboleante de cajas, cada una de las cuales contenía un escreguto bastante grande.

Enamorada de Potter (Harry Potter y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora