50- Charla Misteriosa

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No podía ver el lado bueno de la situación, lo único bueno era la comida; el tocino, los huevos y los arenques ahumados tan ricos como siempre.

—Debes suscribirte a el profeta, son buenas las noticias sobre ella — Parkinson con un dedo señaló a Granger.

Una lechuza gris bajaba hasta ella y otras tres más.

Respiré profundo metiendo el tenedor a mi boca y esperando que pasará algo alarmante en la mesa de Gryffindor; Granger tenía expandido en las manos un líquido amarillento.

No me hicieron caso, las muchachas veían la mesa de Gryffindor con gran atención.

Granger se puso de pie y salió de el Gran Comedor con lágrimas en los ojos.

Malfoy, Crabbe, Goyle y yo bajamos la escalinata de la puerta del castillo hacia la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Parkinson cuchicheaba mientras reía en mi oído, y volteaba la cabeza para murmurar lo mismo al grupo de chicas de Slytherin.

—Potter, ¿has roto con tu novia? ¿Por qué estaba tan alterada en el desayuno?

Hagrid, que en la clase anterior nos había dicho que ya habiamos acabado con los unicornios, nos esperaba fuera de la cabaña con una nueva remesa de cajas.

—Ya tengo suficiente con todos esos escregutos.

Cuando me acerque a echarles un vistazo, habían unos animales negros de aspecto esponjoso y largo hocico. Tenían las patas delanteras curiosamente planas, como palas, y miraban a la clase sin dejar de parpadear, algo sorprendidos de la atención que atraían.

—Son escarbatos —explicó Hagrid.—Se encuentran sobre todo en las minas. Les gustan las cosas brillantes... Miren.

Uno de los escarbatos dio un salto para intentar quitarle de un mordisco el reloj de pulsera a Parkinson.

Ella gritó y se echó para atrás.

—Resultan muy útiles como detectores de tesoros —dijo Hagrid contento— Pensé que hoy podríamos divertirnos un poco con ellos. ¿Ven eso? —Señaló el trozo grande de tierra recién cavada.

— He enterrado algunas monedas de oro. Tengo preparado un premio para el que coja al escarbato que consiga sacar más. Pero lo primero que tienen que hacer es quitarles las cosas de valor; luego escogen un escarbato y preparense para soltarlo.

Me quité el anillo que colgaba de mi cuello y la escondí de el escarbato que la miraba con necesidad de tocarla.

Tomé un escarbato, era bastante cariñoso.

—Esperen —dijo Hagrid mirando dentro de una caja—, aquí queda un escarbato. ¿Quién falta? ¿Dónde está Hermione?

—Ha tenido que ir a la enfermería —explicó Weasley.

Parkinson estaba muy atenta.

Era con diferencia lo más divertida que hubiera visto nunca en clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Los escarbatos entraban y salían de la tierra como si ésta fuera agua, y acudían corriendo a su estudiante respectivo para depositar el oro en sus manos. Ell de Weasley parecía especialmente eficiente. No tardó en llenarle el regazo de monedas.

—Uhm, si pudiera tenerte de mascota tendría mucho cuidado —dije en voz baja inflando las mejillas y riendo.

Potter me miró.

Lo miré con una ceja alzada y me imitó.

El escarbato era un animal muy tierno, todavía no llenaba mi regazo con monedas, pero eran muy cariñosos.

Enamorada de Potter (Harry Potter y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora