60- La Fuga de Azkaban

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Nos encaminamos hacia la cabaña de Hagrid a la hora de Cuidado de Criaturas Mágicas, bien abrigados para protegernos del frío.

Con todo, no vimos a la Suma Inquisidora cuando avanzaban trabajosamente por la nieve hacia la cabaña de Hagrid, que nos esperaba de pie al inicio del bosque.

Hagrid no presentaba una imagen muy tranquilizadora: los cardenales, estaban en ese momento matizados de verde y amarillo, y algunos de los cortes que tenía todavía sangraban.

-¡Hoy vamos a trabajar aquí! -anunció alegremente señalando con la cabeza los oscuros árboles que tenía a su espalda- ¡Estaremos un poco más resguardados! Además, ellos prefieren la oscuridad.

-¿Quién prefiere la oscuridad? -preguntó Draco- ¿Quién ha dicho que prefiere la oscuridad? ¿Ustedes lo han oído?

Draco estaba mostrando valentía, después del partido de quidditch.

-¿Listos? -preguntó Hagrid festivamente mirando a sus estudiantes- Muy bien, he preparado una excursión al bosque para los de quinto año. He pensado que sería interesante que observaran a esas criaturas en su hábitat natural. Verán, las criaturas que vamos a estudiar hoy son muy raras, creo que soy el único en toda Gran Bretaña que ha conseguido domesticarlas.

-¿Seguro que están domesticadas? -preguntó Draco sin panico- Porque no sería la primera vez que nos trae bestias salvajes a la clase.

Los de Slytherin murmuraron en señal de adhesión, y unos cuantos estudiantes de Gryffindor también parecían opinar que Draco tenía razón.

-Claro que están domesticadas -contestó Hagrid frunciendo el ceño y colocándose bien la vaca muerta sobre el hombro.

-Entonces, ¿qué le ha pasado en la cara?.

-¡Eso no es asunto tuyo! -respondió Hagrid con enojo- Y ahora, si ya han acabado de hacerme preguntas estúpidas, ¡siganme!

El hombre entró hacia el bosque, nadie parecía querer seguirlo.

Empecé a seguirlo, por unos diez minutos hasta llegar a un sitio donde los árboles estaban tan pegados que no había ni un copo de nieve en el suelo y parecía que había caído la tarde.

Hagrid, con un gruñido, depositó la media vaca en el suelo, retrocedió y se volvió para mirar a los alumnos, la mayoría de los cuales pasaban sigilosamente de un árbol a otro hacia donde estaba él, escudriñando nerviosos los alrededores como si fueran a atacarlos en cualquier momento.

-Agrupados, agrupados -nos aconsejó Hagrid- Bueno, el olor de la carne los atraerá, pero de todos modos voy a llamarlos porque les gusta saber que soy yo.

Hagrid se dio la vuelta, movió la desgreñada cabeza para apartarse el cabello de la cara y dio un extraño y estridente grito que resonó entre los oscuros árboles como el reclamo de un pájaro monstruoso.

La mayoría de los estudiantes estaban demasiado asustados para emitir sonido alguno.

Hagrid volvió a pegar aquel chillido.

Luego pasó un minuto, durante el cual los alumnos, inquietos, siguieron escudriñando los alrededores por si veían acercarse algo.

Hagrid se echó el cabello hacia atrás por tercera vez e infló su enorme pecho.

No había nada.

El resto de los alumnos de la clase ponían la misma cara de aturdimiento y de nerviosa expectación.

-Puedo verlo, parecen caballos... -dijo Theodore con disgusto en la cara.

-¡Ah, aquí llega otro! -exclamó Hagrid- A ver, que levanten la mano los que puedan verlos.

Enamorada de Potter (Harry Potter y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora