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  Antes del hombre; antes de los gigantes y de cada deidad; de la luz, la oscuridad y los manifiestos mundos; antes del espacio y del tiempo incluso, todo, todo lo que hubo, fue ella.

  Universalmente simple; serena y homogénea.  Y también perfecta; su nombre, era Singularidad.

  Pura, inocente y virginal, sin necesidad de aditamentos; durante el tiempo anterior al tiempo, permaneció en una coherencia expectante; Hasta que, en el momento más determinante, emergió la trascendencia; Y en una nueva y maternal sentencia, la Singularidad dejó de ser.  A cambio de algo más.

  Y ella; y su faz, ya sea como Todo; o como Nada, según se la interprete, deviene en el vientre, cuya simiente no se agotará.   

  Así emerge su andar; paso a paso; extendiéndose y contrayéndose; creciendo y decreciendo, como latiendo, y respirando; vibración hecha luz y canto, un asimétrico útero devenido en teatro; con las primeras gradas, telón y escenario, cuyo espectáculo, está a punto de comenzar.

Un Nuevo MitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora