La Espiritualidad Moral

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Las leyes determinan el comportamiento del universo, y en ese comportamiento, el universo se hace más y más complejo.
  Y yo no puedo ser ajeno a ello.
  Todo lo que soy, lo soy en el sentido de que hubo leyes que lo posibilitaron; y que en el transcurso de mi existencia he obedecido.
  Pero veo dentro de mí, que muchas veces parezco estar lejos de lo predecible; al igual que el resto del cosmos.
  Es fácil reconocer a la lógica, pues es raíz y tronco del árbol de las leyes.
  Pero del tronco emergen ramas y de estas, muchas otras más pequeñas; de las que brotan abundantes hojas, flores y frutos.
  Contemplo el tronco; la inamovible lógica, y una de sus principales ramas: causa y efecto.
  Las abrazo y comienzo a trepar; no me es difícil interpretarlas; causa y efecto, acción y reacción; es fácil; por momentos demasiado.
  Yo soy acción, las leyes mi causa; a mi acción le corresponde una reacción, que se convertirá en causa de otra.
  Voy escalando tan ordenado árbol; no me tomará mucho llegar a la cima, pues veo el recto camino.
  Pero un sorpresivo viento agita poderosamente las ramas y hojas.
  A mí mismo me lleva de un lado a otro de la copa, como burlándose de mí.
¡Qué misteriosa y rebelde ley estará distorsionando la otrora sobria imagen!
  Me siento pequeño; y el árbol se hace más grande, frondoso y confuso.
  Debo seguir mi camino; pero a donde mire, innumerables y dispares causas y efectos me rodean y danzan con el caprichoso viento.
  Su exuberancia me confunde; y por momentos pierdo de vista el tronco, ¡y hasta el piso!
  Medito…
  Debo llegar a la cima y contemplar la verdad.
  Pero el viento, que tan erráticamente sopla, podría empujarme hacia abajo obligándome a comenzar todo de nuevo; o podría desviarme hacia ramas cuyos frutos me sean perjudiciales.
  ¡O peor aún, podría arrancarme del mismo árbol, y perderme de mi racionalidad flotando en lo incierto!
  Me aferro fuertemente de donde puedo; pero me doy cuenta de que quedarme aquí mismo, inmóvil, no parece ser un mejor destino.
  Sólo la sabia identificación e interpretación de las leyes me salvará.
  Y veo ahora que esta odisea llamada vida comienza a ponerse interesante.
  Si mis pies identifican el correcto camino, las leyes podrían recompensarme y proveerme de nuevas flores; con exóticas formas, aromas, y hasta frutos prometiéndome los más variados sabores.
  Incluso, si soy cauto y despierto, cuando me parezca difícil subir, el mismo errático viento podría darme una mano.
  Sólo debo guiarme por la racionalidad.
  Emprendo el camino; el viento disminuye su fuerza; no sé cuánto durará, pero por ahora concordamos.
  Sigo caminando y trepando cuidadosamente; no puedo evitar sentirme intrigado por ese viento que ahora es brisa; ¿de dónde viene?, ¿cuáles son sus causas?, ¿y cuáles sus efectos?; ¿y cuál será el nombre de la ley que lo posibilita?
  Continúo avanzando; y dentro mío, como susurrado por la misma brisa, se forma dentro de mi mente una palabra, una de tantas:
  Libertad.




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