La Espiritualidad Mística Yin

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  Estoy vacío, no pienso; no existo.
  Esta es mi realidad.
  Mi boca se abre, inspiro.
  El aire llena mis pulmones; el oxígeno enciende mi sangre, y mi corazón emprende y acelera su ciclo.
  Entonces comienzo a pensar, sin pensar.
  Abro los ojos; la luz entra por mis retinas, y mi cerebro comienza a funcionar.
  Sigo estando vacío; y este vacío me mueve al agua.
  La bebo; mi cuerpo se hidrata y se llena de vida.
  La saciedad modifica mi mente, y mi realidad cambia.
  Miro a mi alrededor; el verde de la hierba movida por el viento llena mis ojos.
  Las raíces y las ramas de las plantas y árboles me muestran su voluptuosidad; podría contemplarlas durante horas.
  Miro con más atención, de a poco se me muestra una extraña fruta.
  Quedo absorto.
  Sus detalles me cautivan; la contemplo y la pienso. Sin pensar.
  Sólo somos la fruta y yo.
  Se entrega a mis manos.
  Su aroma y textura van directo a mi mente y la modifican.
  Hacen que me incline a comerla.
  Hundo en ella mis dientes, y su dulce humedad conmueve a mi lengua.
  Muerdo con más fuerza; mastico y trago su mágica pulpa.
  Me acelero; ¡no puedo detenerme!; sus jugos masajean mi sistema nervioso y llenan de euforia mis neuronas.
  En ese momento soy una nueva realidad.
  Mi corazón se deja llevar, y el tiempo se desacelera; los sonidos se agravan y la luz se descompone.
  El mundo se modifica, muta y trasmuta una y otra vez.
  Cierro los ojos, pero se vuelven a abrir.
  La tierra bajo mis pies sube y baja; la miro, la escucho; siento su respiración.
  ¡Está viva!; ¡y la hierba crece y se mueve como el fuego!
  Vuelvo a vivir mi pasado, desde que me activé en el útero.
  Soy sólo un grupo de células; cada cambio químico modifica mi realidad y existencia.
  Brotan mis extremidades y se perfeccionan mis órganos.
  Se presenta el mundo de la luz; y me dirijo a un nuevo medio.
  Respiro por primera vez.
  Luego exploro el suelo arrastrándome.
  Gradualmente mis extremidades se fortalecen; se refinan mis habilidades y mi manera de mirar el horizonte.
  Ahora me pongo de pie; comienzo a caminar erguido; y a pensar; y a actuar; y a interpretar mi realidad.
  Un estruendoso bramido altera el curso de mi visión.
  Escucho pasos que se acercan.
  Los árboles y montañas se van doblando hacia el suelo, como arrodillándose.
  Entonces esa enorme y poderosa monstruosidad.
  Algo así como un hibrido entre oveja y cabra, una… ¿cabreja?
  Sigue acercándose y todo se arrodilla en su camino.
  Quedo frente a ella y me mira; interpreto un enorme orgullo en su mirada.
  Su gran tamaño y los tres extraños cuernos que exhibe, me empujan a arrodillarme; pero la energía que la fruta me ha dado, mantiene mis piernas erguidas.
  Su mirada se enciende, insultada; pero luego sonriendo me dice:
  -Tal vez te preguntes quien soy; tú sabes quién soy; me has estado alimentando desde hace tiempo, y yo te he alimentado a ti; y hemos sido buenos amigos.
  Yo soy la encarnación de todas las buenas intenciones que han querido cambiar al mundo.
  Y créeme, que lo han hecho.
  Yo he hecho descender a los caminantes del cielo, al barro de la realidad; y cumplí sus deseos más profundos, cuando postrados ante mí, y mis tres cuernos, rechazaron al peligroso viento que has conocido.
  Me mira a los ojos y con voz amenazante me dice: - ¿Acaso no vas a postrarte?
  La soledad me empuja una y otra vez a hacerlo, ¡pero mis piernas no me lo permiten!
  Entonces me apunta con el primero de sus cuernos, y éste me dice:
  -Te conoces; como el resto; ¡qué enorme peso, qué arrogante ilusión; que los hombres se asuman iguales a algo más poderoso que ellos!
  Si rechazas al viento; si entro en el Ser Humanidad, se irá de ti toda pesada responsabilidad; y el nuevo Ser, en su enorme sabiduría, interpretará mejor tus mandamientos; y liberado, te entretendrás en las más dulces comodidades.
  Algo dentro de mí le contesta:
  ¡NO!
  Insultada, la cabreja me enfrenta a su segundo cuerno, y éste me dice:
  -Te conoces; tú como el resto, estás lleno de miedos y dudas.
  Si rechazas al viento; si entro en el Ser Humanidad, se irán de ti, y el poderoso Ser te cuidará con el amor de un padre celoso; y tendrás seguridad.
  ¡NO!
  Ya perdiendo la paciencia, me enfrenta a su último cuerno, y éste me dice:
  -Te conoces, tú, como el resto; sabes que los hombres son débiles e indisciplinados; que necesitan ser guiados y mandados.
  Si rechazas al viento; si entro en el Ser Humanidad, se irá de ti toda debilidad, ya no habrá flaqueza; la fuerza del nuevo Ser te moldeará, te despojará de sentimientos inútiles y atrofiantes; ¡y te abrirá nuevas puertas para que experimentes y desates   tu poder!
  ¡NO!
  ¡No estas comprendiendo!, me dijo indignada.
  -Yo fui capaz de revestir de dominio, riqueza y poder a las filosofías más humildes y desinteresadas; las hice moldear el mundo a su capricho; y sabiéndolo o no, ante mí se postraron.
  ¿Qué te hace pensar que tu joven y débil causa es diferente?
  Tal vez tu hoy me rechaces, pero yo conozco el interior de los hombres; ¡conozco tu patético interior!
  De repente, dentro mío, o fuera de mí, escucho una proclama:
  ¡Miles de millones de años te ha tomado levantarte; no te arrodillarás ante una fuerza tan mezquina!
  La cabreja se enfurece y lanza espuma de la boca, espuma que parece azufre; mira hacia todos lados buscando a quien haya dicho semejante sentencia.
  Sin embargo; lentamente, todo lo arrodillado comienza a erguirse y ella pierde su poder.
  Yo miro al cielo, y esa magnífica figura me rebela lentamente al autor de tan digna frase.
  ¿Un águila?, ¡no!, es mucho más grande.
  ¡Es el Argentavis!; había desaparecido, pero ahora se presenta en mi nueva realidad, transportado por el viento.
  Sus alas eclipsan el Sol, como otorgándole un rostro; entonces, uno de sus enormes ojos me divisa; y observo con qué gracia se lanza en picada, aterrizando a mi lado.
  La cabreja, retrocediendo de temor, se marcha diciéndome:
  -Tal vez hoy me rechaces; pero mañana, como ayer, veras a mis cuernos irguiéndose en los realistas de fuera y dentro de tu inocente filosofía.
  Nos volveremos a ver…
  La magnífica ave me mira nuevamente y me siento extasiado de energía.
  Nada me dice, pero en mi realidad la interpreto:
  Ella encontró su ocaso en su momento; pero ahora, renaciendo en un símbolo, me acompañará por siempre para torcer mi realidad y llenarme de energía.
  Todo desaparece; estoy de pie y mi realidad, el mundo, se dibuja con sus mesuras convencionales.
  Vuelvo a la sobriedad; me pregunto qué ha sido de aquella otra realidad. Y veo que quedó guardada detrás de ésta.
  Un mundo de energías listo para descender a éste.
  Ahora es ésta mi realidad; pero cuando me sienta por ella superado y vacío, en mi espíritu ha quedado grabado el símbolo del Argentavis; para guiarme, y abrirme una puerta a otros estados, donde mi conciencia, y luego mi cuerpo se llenarán de energía.
  Y entonces; entonces tendré la capacidad de enfrentarme a toda realidad; y luego, por medio de mi energía, transformarla.

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