La Espiritualidad Mística

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Acción y reacción, comportamiento y recompensa.
  Estas sentencias me hubieran llevado a la verdad de forma casi automática, de no ser por ese impetuoso viento.
  ¿Quién se ha creído para llevarme de un terreno a otro, con incontables tentaciones y peligros?
  Problemas, debería ser su nombre, pues eso parece ser la libertad.
  Todo lo he intentado para contrarrestarlo, y aun así continúa permaneciendo a mi lado.
  Sin embargo, cada vez que soy arrastrado por él, algo parece estar insinuándoseme.
  ¿Acaso realmente querrá decirme algo?
  ¡Dime, problemático viento!
  ¿Cuál es la razón por la que te empeñas en soplar, y mover todo de un lugar a otro?
  ¿Cuál es el sentido y causa de que no soportes la quietud y el orden?
  ¿Acaso no sabes, que, sin tu contrariedad, la vida sería tranquila y segura?
  ¡Contéstame, si tienes algo que decirme!
  Por un momento, el viento calló, se detuvo; todo se detuvo.
  En el transcurrir de ese instante, quedé libre; libre de la libertad.
  Pero de pronto, todo comienza a moverse, y el viento regresa; ¡Ahora en forma de un enorme y poderoso torbellino!
  Retrocedo, pero me rodea y se torna más y más fuerte.
  Tanta es su fuerza, que comienza a arrastrarme hacia arriba.
  Intento sujetarme de lo que pueda, eso es lo que debo hacer.
  Pero dentro de mí, una serie de preguntas se forma:
  ¿Con que el árbol de la razón te ordena no soltarte?
  ¿No será que tienes miedo de disfrutar de nuevas perspectivas?
  ¿Acaso tienes miedo de observar ese árbol desde arriba?
  El viento tira con más fuerza, estoy cabeza abajo mirando mis manos aferradas al suelo, y entonces decido soltarme.
  El viento me atrapa y quedo envuelto de libertad.
  Giro en todas direcciones, no hay arriba ni abajo, y todo concepto racional se vuelve difuso.
  Pero aparece un nuevo tipo de concepto.
  Con la fricción del viento se eleva la temperatura. Centro en ella mi atención y mi conciencia se vuelve temperatura.
  El espacio no importa, tampoco el tiempo.
  Tal vez sean unos instantes, pero los percibo como si fueran horas, siglos o mucho, mucho más.
  Mi conciencia de temperatura me hace ver de nuevo al mundo, y noto que todo participa de ella, del viento; todo se mueve, respira y ¡vive!
  La vida es movimiento; temperatura; ¡la vida es energía!
  ¡La vida es libertad!
  Sin el viento de la libertad, toda vida sería imposible.
  ¡En ti, viento!; en ti se me muestra este nuevo costado de la realidad.
  ¡Energía!
  Todo es energía en este mundo, y ella condiciona tanto a la materia, como al espacio y al tiempo.
  Ahora lo siento; el viento no es externo a mí; no sólo me rodea; entra y sale de mí, como del resto del cosmos.
  Y no sólo me condiciona el cosmos, yo lo condiciono a él; el cosmos y yo somos uno, y la contradicción de nuestras perspectivas produce el movimiento que llamamos evolución.
  Ahora desde dentro del viento, puedo debelar su verdadero nombre; el tronco y raíz de su definición.
  Y descubro esa palabra, aquella que permite que las conciencias participen de la realidad en su totalidad, en sus tres perspectivas.
  ¡Voluntad, voluntad es ese nombre!, y el devenir es su vehículo, esa fuerza inexorable que nos permite ser; ser en el movimiento, aún hacia lo racionalmente incierto.
  Por medio de la voluntad, puedo llegar a experimentar los más preciados secretos de la vida.
  Secretos que permanecían censurados por la razón pura.
  ¡Llévame, oh libertad, llévame voluntad, a experimentar nuevas temperaturas!
  ¡Dirígeme, noble viento!, a recorrer los caminos de nuevas energías; y a desarrollar nuevas conciencias.
  E interpretar nuevas realidades.


Un Nuevo MitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora