Capitulo 1

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• Bridget •

   Mis pies reposaban sobre la mesa para café en frente de mí, ligeramente moviéndose al ritmo de la música que retumbaba en mis oídos. Me removí en el incómodo asiento buscando una posición más confortable para leer, pero fallé miserablemente. Retiré los audífonos de mis orejas y cerré el libro, derrotada. El reloj en frente de mi marcaba las siete con cinco minutos de la noche, en poco tiempo sería llamada al viaje para mi nueva vida.

   Realmente no podía creer como había llegado tan lejos, pero la vida no me dio más opciones que tomar. Había pasado dos años en una tortura interminable, pero eso se acabó. No más pesadillas. No más maltratos. Solo sería yo y mi nueva familia de intercambio.

   Había conseguido la oportunidad de mi vida para empezar de nuevo en un país tan lejos de casa como siempre había soñado. Había sido difícil por ser mi último año de secundaria, y sin embargo, pude obtenerlo. En el momento en que autorizaron mi beca de intercambio, no pude evitar hacer todos los trámites necesarios para irme lo antes posible, a pesar de que dejaría a personas que posiblemente no vuelva a ver jamás, y que seguramente no me perdonarían por haberles abandonado sin previo aviso, pero no podía dejar ni un rastro de evidencia de mi huida, no más que la carta a mi padre que deliberadamente deje sobre la cama de mi habitación, esperando que crea todo lo que en ella escribí.

   Mi teléfono celular comienza a vibrar en mi bolsillo y sé de quién pertenece la llamada sin siquiera ver el número. Había cambiado de línea telefónica para que nadie pudiera comunicarse conmigo, e incluso había cerrado cada red social en la que estaba registrada. Solo Sam y mi abuela sabían de mi partida, mi nueva identidad, y eran las únicas personas que contaban mi número. Sólo en ellos yo podía confiar.

   —¡Sam! —respondí en un tono alegre, a pesar de estar reteniendo mi llanto por horas.

   —Hey, pensé que ya habías abordado. ¿Está todo bien? —Su tono de preocupación me conmovió.

   Sam había sido el mejor amigo que una chica podría tener. Me había ayudado cuando nadie más lo hizo. Me había sacado de la oscuridad en la que siempre me refugiaba. Las palabras no podían expresar cuan agradecida yo estaba con él, era una deuda que algún día debía ser pagada. Pero ahora aquí estaba yo, abandonándolo para irme al otro lado del mundo. No parecía justo; pero entonces recordé que él, junto a mi querida abuela, fueron quienes me ayudaron a estar donde estoy ahora y, ligeramente, me hacía sentir más aliviada.

   Recuerdo el día en que nos conocimos como si fue ayer, aunque hayan pasado diez años. Me encontraba manejando bicicleta en el vecindario, era la primera vez que lo hacía sola y sin las ruedas de apoyo, y por alguna extraña razón, le tenía pánico a los perros. Para ese entonces, Sam y su pequeña familia se habían mudado recientemente a tres casas de la mía, la familia anterior, los Clark, emigró unos meses atrás, por lo que la casa había estado sola antes de que los Peterson decidieran comprarla.

   En el momento en que conducía frente a ellos y su enorme camión de mudanza, un fila brasilero de enorme tamaño empezó a ladrar en mi dirección. Mi terror fue tal que perdí el control de la bicicleta y terminé tropezando con Sam, quien iba entrando a su casa con una enorme caja de juguetes. Aunque yo no me lastimé, él si lo hizo, se ganó una repugnante raspadura en la rodilla. Sin embargo, el solo estuvo preguntándome si yo estaba bien, ¡Y hasta me ayudó a volver a casa! 

   Posteriormente, fuimos grandes amigos. Mamá lo invitó y a su familia la noche siguiente para cenar en casa, ella amaba tener invitados. Eran una agradable familia de tres, el padre de Sam consiguió una mejor oportunidad de trabajo a la que tenía en Asia, así que decidieron mudarse todos hasta Norteamérica y comenzar una nueva vida.

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