FINAL

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PARTE 2/3

31 de Octubre del 2019

   —¡Mantequilla de maní y jalea! —exclamó Sam emocionado.

   Hice una mueca de disgusto mientras llevaba otra palomita a mi boca.

   —No me pienso poner un disfraz de jalea, ¿sabes lo incómodo que será ir por la calle vestida de tarro con este jodido calor? —niego con la cabeza —. ¿Quieres que me achicharre? 

   Mi mejor amigo gruñe frustrado.

   —Bueno, ¿alguna idea? No puedo ser el que piense todo aquí. Usa las neuronas que te quedan.

   Pienso un rato en silencio buscando opciones en mi cabeza. El único sonido en la habitación era el de nuestras bocas masticando palomitas de maíz. 

   —Podemos disfrazarnos de Ginny Weasley y Harry Potter. —Sugiero.

   —¡Eso no es justo! —discute —. Eres pelirroja, y te va bien. Yo me parezco tanto a Harry Potter como tú a Bellatrix.

   —Bueno, puedo actuar tan loca como ella si me lo propongo —llevo otro puñado hasta mi boca —. Si te quieres parecer a un personaje, entonces puedes ser Dobby.

   Sam avienta palomitas a mi cara y yo me río en respuesta.

   Me levanto del suelo de su habitación, porque acostumbrábamos siempre a sentarnos sobre la alfombra y conversar por horas a la luz de una lámpara que proyectaba figuras en el techo y las paredes. Escondí mis manos dentro de las mangas de la sudadera de Sam. Amaba usar su ropa porque la fragancia varonil de su perfume me tranquilizaba. Él siempre fue la única persona que estuvo para mí desde que mi madre murió, y su aroma me recordaba a todas esas noches que se quedó conmigo en mi habitación, abrazándome contra su pecho mientras yo sollozaba sin descanso; curando las heridas que mi asqueroso padre marcó en mi piel; sanando un corazón irremediablemente roto por la súbita partida de mi pilar más grande pilar. La confortable sensación de sentirlo cerca de mí aquietaba las preocupaciones de mi mente.

   La noche de brujas siempre había sido una de mis festividades favoritas. No sólo por la cantidad de dulces que te regalaban tan sólo al tocar una puerta, sino porque puedes disfrazarte de tu personaje ficticio favorito o destacar algún punto en tu personalidad. Los niños vestían los trajes de famosas caricaturas, los adultos usaban ropa representativa a alguna serie de televisión que llegó a ser popular mucho tiempo atrás, y nosotros los adolescentes, bueno, las zorras se vestían aún más zorras, los frikis aún más frikis, y los chicos normales que no optaban por ninguna temática en particular, buscaban algo de último minuto que pudiesen combinar con alguien para no ser estúpidos solos.

   Como era el caso de Sam y yo.

   —Muy chistosa, Bridget —lo veo rodar los ojos mientras me siento al borde de la cama —. Piensa en algo sencillo que podamos hacer en un par de horas.

   —¿No te parece que estamos grandes para pedir dulces? 

   Sam bufó.

   —¿Qué? No. Y si así fuera, ¿a quién le importa?  —se encoge de hombros con total indiferencia —. Hacemos esto todos los años, ¿por qué no lo haríamos esta noche?

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