Capitulo 18

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• Luke •

   A veces, sólo a veces, podía ser bastante estúpido si me esforzaba lo suficiente.

   Golpeé el volante con rabia antes de arrancar el coche de regreso por donde vine. Di una vuelta completa a la manzana y recorrí el lugar donde la había visto por última vez.

   De todas las cosas que Bethany pudo hacer, bajarse del auto sin rechistar no formaba siquiera parte de mi lista. Esperaba que me rogara o me insultase como siempre lo hacía pero, contra todo pronóstico, simplemente se marchó, como si ella en serio fuese capaz de resolver estar perdida en un país que apenas conocía. Quizás la estaba subestimando, pero aún así...

   Maldita sea. Creo que me pasé de la raya.

   Conduzco iluminado por las farolas de la calle y la luz de la luna. La noche no era demasiado fría, pero la humedad daba la sensación de helarte los huesos; el cielo parecía estar completamente negro sin una estrella que se distinguiera en el oscuro manto. Las nubes amenazaban con desprender una fuerte lluvia que seguro empeoraría toda la situación. La tenía que encontrar.

   Reduje la velocidad del vehículo y abrí mis ojos azules en su búsqueda porque, si le ocurría algo, no sólo yo iba a estar en grandes problemas, sino que también no podría vivir con el cargo de consciencia. Llegué a la esquina de la calle, giré hacia la izquierda y vislumbré al fin su inconfundible cabellera roja entre las sombras de la noche. Dejé salir un gran suspiro de alivio a medida que me acercaba. Parecía estar hablando con alguien por celular, y me dije a mí mismo que eso causaría aún más problemas, sobretodo si se trataba de alguno de mis padres.

   Estacioné el auto y bajé. En ese momento, fue cuando percibí algo más en sus palabras.

   Bethany estaba llorando. 

   —Hey. —Pronuncié para llamar su atención. 

   Giró para mirarme y me dedicó una mirada repleta de odio. El maquillaje corría por sus mejillas, dándole un aspecto aún más terrorífico, y el moretón de su ojo comenzó a ser mucho más visible a medida que la humedad se llevaba todos los cosméticos fuera de su cara.

   —¡Ah, mira nada más! —exclamó aún con su móvil sobre la oreja —. ¿Aquí es la mierda? Porque recuerdo haberte dicho que te fueras para allá.

   Puse los ojos en blanco. ¿Por qué me ocurrían este tipo de situaciones a mí?

   —La mierda siempre es donde estás tú.

   Ella sonríe, dándole un aspecto cínico.

   —Ese tipo de comentarios no te ayudarán, porque estoy con tu madre al teléfono.

   Maldita. Sea.

  —¿Y ya le dijiste que te bajaste como una loca del auto? —la reté, intentando no sonar nervioso.

  —Sí, pero, ¿se lo quieres decir tú? —me tendió el móvil —. Anda, seguro querrá escucharlo de ti.

   Como un impulso, lo primero que se me ocurre hacer es tomar el celular y cortar la llamada. Guardo el aparato en mi bolsillo trasero, lejos de ella, y la miro con mis brazos cruzados sobre mi pecho.

   —¿No te parece que estás siendo demasiado dramática? 

   —¿Hablas en serio? —cuestionó elevando la voz —. Me dejaste en un lugar completamente desconocido, sin dinero para un taxi, sin saber cómo llegar a casa, ¡y tuve que caminar por diez minutos en tacones para encontrar maldita señal en mi celular!

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