Capitulo 28

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• Luke •

   —¿Quieres contarme que ha pasado? —le pregunto después de un eterno silencio.

   La ciudad se veía particularmente hermosa desde la cima de la colina, estoy seguro de que Bethany hubiera apreciado realmente la vista si no tuviera los ojos repletos de lágrimas. El viento helado de la madrugada me calaba los huesos; le había dado mi cazadora a ella, y mi cuerpo temblaba como gelatina por el vehemente frío, pero prefería ser yo antes que Beth.

   Ella se giró a verme. Sus ojos enrojecidos, el maquillaje de sus pestañas corría por las mejillas y mantenía los ojos apretados. Sentí un leve clic en mi corazón, cómo si este se abriese completamente. Quise decir algo para hacerla sentir mejor, y casi me encontré a mí mismo lanzando algún comentario sarcástico o cualquier cosa cargada de estupidez, pero dudo completamente que eso sea una buena idea.

   Era un maldito desperdicio de noche. Bethany estaba preciosa con ese sofisticado vestido verde esmeralda, y ni hablar de su cabello rojizo acicalado en grandes bucles hasta sus hombros. Me encantaba su cabello así, no me provocaba más que sostenerla en mis brazos.

   Ni siquiera soy capaz de recordar los acontecimientos antes de llegar a La Salle. Nuestra fiesta no pudo sentirse más desanimada. La intención de perfección de Taylor sólo provocó que nada se saliera de control, ¿y cuál era el punto de ir a una fiesta si todo se mantiene tranquilo? Además, había tomado incluso antes de llegar al Frat, y sería deshonesto decir que no seguí haciéndolo en la fiesta de otoño; sin embargo, el alcohol se esfumó de todo mi organismo al momento en que vi a Bethany en peligro.

   Sus ojos siguen sobre los míos y, en la poca claridad que nos brindaba la luz de la luna, la vi negar con la cabeza suavemente. Conseguí acercarme a ella, extender mis brazos y abrazarla. Su característico aroma a vainilla me inundó, mientras ella escondía su rostro en mi cuello, sin dejar de sollozar.

   Sólo podía pensar en lo mucho que quería joderle la vida a Zeke Martin por una segunda vez. Pensé en mil formas de torturarlo, e incluso dudé si debía volver y terminar lo que había empezado, sin importarme montar un espectáculo frente a todos. Por alguna misteriosa razón, no podía dejar de pensar en Kate, ¿qué haría yo si algún día ella se cruzaba con un idiota similar?, ¿cómo reaccionaría si le hiciesen daño? Definitivamente acabaría con su existencia.

   Me sentí inquieto e inseguro mientras nos abrazábamos sobre el césped. La había traído hasta uno de mis lugares favoritos alejado de la ciudad; una elevada colina verde desde donde se podía vislumbrar gran parte de Sídney. El Opera House relucía brillante por entre cualquier otra infraestructura, y el Puente de la Bahía de Sídney se notaba solitaria desde la distancia. Era una pena que el cielo oscuro estuviera repleto de nubes casi en su totalidad, ver las estrellas me relajaba.

   —¿Qué te duele tanto, rojita?

   No quería minimizar su dolor, pero apenas estuvo un par de meses con el chico, dudaba que pudiese sentir algo real en ese poco tiempo.

   —La humillación. —Respondió trémula.

   Su cuerpo se sentía pequeño e indefenso contra mi pecho. Paseé mis manos por su espalda en un intento de que se calmase. Respiré hondo, y ladeé la cabeza hasta ser capaz de verla a la cara. Limpié la humedad fuera de su rostro delicadamente con mis manos.

   —Si hay alguien que debe sentirse como un imbécil, es él. Tú no has hecho nada malo. —Aclaré con seguridad.

   Ella se recompuso en su lugar para mirarme directamente a los ojos.

   —¿En serio? Se besó con Vienna frente a todos mis compañeros de clases, para después perseguirme y violentarme —ella aplaca sus rebeldes rizos con sus manos en un movimiento brusco —. Sin mencionar que dijo a los cuatro vientos cómo lo engañé con alguien más.

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