• Luke •
—De acuerdo, es mi turno —expresa Anna, sentándose sobre sus rodillas en una posición más cómoda —. Nick, ¿prefieres volar o ser invisible?
—Invisible —responde él sin hesitar, llevando una uva hasta su boca —, así podría escabullirme en tu habitación luego de que tomes una ducha.
Suelto una risa. Anna le estampa un manotazo en el hombro, pero la expresión en su rostro no revela atisbo de molestia. Beth, por otro lado, pone los ojos en blanco en su puesto.
—Como si no me vieras de todas maneras. —Dice Anna con picardía.
—Es más divertido si no sabes que estoy ahí. —Agrega mi amigo.
—Ugh —gruñe Beth —, ustedes los chicos a veces son asquerosos.
Me giro a verla con una expresión de fingido dolor en mi rostro.
—No me incluyas a mí, rojita. Yo no haría algo como eso.
—¡Claro que sí! —escupió incrédula —. Lo haces sin ser invisible, Luke.
No podía negar que no estaba en lo cierto.
Como por arte de magia, una semana transcurrió sin problemas. O al menos, casi sin problemas. Bethany casi tuvo un ataque de pánico en su primera cita con el psicólogo luego de descubrir cómo estaba los perfiles de la mayoría de nosotros. No fue fácil convencerlos a todos de poner sus cuentas privadas o incluso borrar la imagen sin una amplia explicación pero, por suerte, todos aceptaron sin hacer muchas preguntas; tan sólo les expliqué lo poco que a ella le gustaba por razones personales que no quería discutir y, con el ceño fruncido y un leve asentimiento dudoso, simplemente accedieron en mantener las fotos privadas.
Había podido notar un avance en Beth durante los últimos once días. Se veía mucho más segura de sí misma, más locuaz e, incluso, más atrevida. Me quise abstener de encuentros sexuales por consejo de su propio terapeuta, pero ella parecía tener otros planes. A pesar de que aún tenía un límite del que yo no tenía intensiones de traspasar, se movía con mucha más soltura y convicción. Mierda, no quiero hacer esto sobre mí, pero sin dudas fue una estupenda idea. Bethany me volvía completamente demente y fuera de mí mismo.
Por otro lado, no habíamos vuelto a tocar el tema de la NRL. A pesar de que mi entrevista culminó con éxito, y el agente estaba completamente interesado en mí y firmarme, no era capaz de tomar una decisión. Ni siquiera por un instante en mis últimos años de vida hubiera pensado que ninguna chica me pudiera hacer dudar sobre algo que tanto he querido pero, como todo con ella era una primera vez, lo hace. Se me encoge el estómago de sólo imaginar siquiera en perderla; si ella realmente intentaba buscar algo diferente en otro lugar lejos de aquí, se me antoja hundirme en un vacío infinito de solo pensarlo. Me había acostumbrado a su presencia diaria, y a tenerla para mí solo. Con Bethany podía ser todo sencillo, o un desafío, y eso me encantaba como la mierda. Discutir aún era divertido, pero desearla era una obligación.
Mirándola aquí a mi lado, con su nariz y mejillas enrojecidas por el frío de la tarde en Sídney, riendo, charlando, e incluso comiendo voluntariamente el picnic que preparamos, no me caben dudas de que haría lo que sea por ella. Si Bethany decidía ir a Nueva York a cumplir su sueño de graduarse en Juilliard, pagaría cada centavo si con eso logro verla feliz. Merece serlo, y no podría dejar que un capricho mío lo cambiara, aunque separarnos sea difícil como el infierno.
—No te veo si no me das permiso de hacerlo. —Discuto, intentando sonar ofendido.
No era mentira, de todas maneras. No me escabullía en su recámara sin previo consentimiento.
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Fugitiva
FanfictionTras cumplir los diecisiete años, Bridget Blackwell ha tomado la precipitada decisión de transferirse a un instituto al otro lado del mundo en su último año. Ella pensó que eso la alejaría de todos sus antiguos conflictos en casa, pero ahora, tendrá...