Capitulo 39

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• Bridget •

   Un leve ardor en mi vientre se hace presente de nuevo y me despierta.

   Al principio, estoy desorientada. Todo luce oscuro. Lo único que alumbra un poco la habitación son las luces de las máquinas a mi alrededor. Estaba acostada en una camilla, y una aguja estaba insertada en la vena de mi mano. De pronto, recordé lo que había pasado como una película reproduciéndose en mi cabeza.

   Estaba en el hospital.

   Busco a tientas en la penumbra algún control para solicitar a una enfermera. Me siento un poco en la camilla con dificultad y el movimiento me hizo generar un suave gemido por el dolor causado. Mi vientre aún dolía, pero no tanto como más temprano. Esa vez, realmente pensé que moriría.

   —Hey. —Susurra una voz masculina somnolienta.

   Me giro, y es él. Es Luke. Su cabello desordenado, ojos cansados y la marca roja que su mano había dejado en su mejilla por tenerla reposando en ella, me indicó que se había quedado dormido en la silla justo al lado de mi camilla. Mi corazón dio un vuelco enorme, y tuve repentinas ganas de llorar de nuevo al sentirlo tan cerca de mí.

   Cuando me enteré de que Liz viajaría por la nota que deslizó debajo de la puerta de mi habitación, anunciando que tenía una emergencia en Brisbane y que Luke se quedaría conmigo para cuidarme, supe inmediatamente que era mi oportunidad para hablar con él. Que estuviese prácticamente desaparecido por casi una semana me generó una ansiedad tan grade que no comí o dormí por al menos cinco días. Estuve pegada al teléfono la mayor parte del tiempo, llamándolo y revisando nuestra conversación para ver si contestaba. Lo hizo, pero el mensaje fue tan doloroso que estuve llorando toda esa noche sin parar.

   Aún recuerdo las palabras exactas:

"No me escribas más. Me estás matando"

   Y no lo hice.

   Sin embargo, todo salió lejos de cómo lo esperaba, y no precisamente de la mejor manera. La bruja Anna pareció decretar que mi menstruación si bajaría; a pesar de que no lo hizo esa misma noche, sí al día siguiente cuando volvimos del campamento. Yo era una chica irregular, quiero decir, podía pasar tres meses sin que tuviera mi período y, relativamente, no me preocupaba. Esta vez fue así, con la diferencia de que el sangrado estuvo presente por una semana en lugar de los habituales dos días. Eso no era común en mí. Mucho menos los dolores intensos.

   Así que, contra todo pronóstico, Luke estaba en la cocina cuando decidí que ya era hora de tomar un medicamento para aliviar esa tortura interminable. Cuando lo vi, mi estómago dio un tumbo y mi cabeza dio vueltas, como si tuviese un mareo. No pensaba encontrármelo. De hecho, esperé lo más que pude para bajar las escaleras porque creí que estaría dormido. Supongo que ambos pensamos lo mismo, y coincidimos como la peor y la mejor de las casualidades.

   No sé qué hubiese pasado conmigo si Luke no hubiera estado para ayudarme.

   El dolor y el sangrado eran tan fuertes, que no podía siquiera mantenerme de pie. No entendía lo que pasaba, no al principio, pero de camino al hospital, probablemente Luke pensó que estuve llorando por el dolor; en realidad, mi mente sólo pensaba en una cosa:

   La vida me estaba cobrando todo eso que hice.

   Sé que mis terapias han ayudado. Sé que he empezado a sentirme mejor conmigo misma y menos asquerosa con respecto a mi cuerpo y los encuentros sexuales, pero eso no siempre derrotaba la lucha contra los pensamientos negativos que me abordaban sobre lo mucho que merezco todo lo malo que me pasaba.

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