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Volver a probar aquellos labios fue firmar la condena eterna al infierno. ¿Es que acaso siempre tendría que ser así? ¿Su destino estaba trasado con fuego hacia los brazos de ese hombre sobrenatural hasta la eternidad? ¿O es que algún día sería lo suficientemente fuerte para poder mantenerse de forma permanente lejos de él?
Por su actuar, desde que lo conoció e incluso habiendo tenido de por medio una maravillosa relación con un increíble hombre, probablemente la respuesta era negativa. Todo estaba mal con ella, pero se sentía demasiado bien todo con él.
La manera en que esas grandes y fuertes manos la apresaron y estrujaron contra el otro cuerpo fue la muestra exacta para ella de que cinco años apenas se percibieron como cinco minutos en esos momentos. Él lo había dicho, ella lo creyó.
La forma en que esos labios siguieron las demandas de los suyos la transportó a años atrás de una forma avasalladora y aturdidora.
— ¿Si abro los ojos desaparecerás, cierto? —murmuró Derek con la voz agitada, con los ojos aún cerrados y su frente apoyada en la de ella. En algún momento del encuentro sus manos habían terminado en el cuello de ella tratando de aferrarse con fuerza a Lise.
Todas las veces que, durante esos años, soñó con volver a tener un momento así con ella ya no las podía contar, demasiadas para su pobre corazón
— ¿Tienes un lugar donde ir ahora? —preguntó Lise, mirándolo a través de sus pestañas, tan cerca y tan capaz de hacerla perder hasta la más mínima pizca de su cordura.
Solo esas palabras bastaron para hacerle abrir los ojos, porque lo entendió, la entendió. Lise no estaba preguntando por sus planes, más bien concretamente para un lugar físico donde ir juntos. Su casa estaba atestada en personas, no era opción.
La miró profundamente, ¿cómo era posible que aún siguiera conociéndola tan bien? Los nervios en sus ojos eran evidentes, pero también la determinación de largarse de allí de una buena vez, con él. Sólo con él.
