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No llevaban mucho tiempo siendo novios, pero los meses que había pasado a su lado en serio los consideraba los mejores de toda su corta existencia. Tenía buenos amigos, una hermana por la cual daría la vida, era un buen alumno y varías comodidades podía permitirse; pero sin duda alguna tenerla a ella incrementaba y sobrepasaba los límites de su felicidad y fortuna.
Se encontraban en la hora de almuerzo, no debía quedar mucho para volver a las tediosas y aburridas clases de la tarde, para nadie era un misterio que el profesor de matemática de la preparatoria de Devenford era fastidioso como ningún otro. Pero eso no era precisamente en lo que estaba pensando, más bien su concentración la mantenía ella.
Cailyn conversaba animadamente con las personas que también ocupaban la mesa, un evento masivo iba a celebrarse dentro de poco en el establecimiento y tenía animados a la gran mayoría de estudiantes. Sin embargo a Brett no podía importarle menos aquella palabrería, el rostro redondo, cabello oscuro, ojos claros y labios generosos de su hermosa novia era lo único que le importaba.
Un leve repiqueteo en el techo y ventanas del lugar lo distrajo de su adoración.
—Comenzó a llover —comentó mirando hacia el patio. Era algo no muy usual en ese lugar del mundo.
—Demasiado fuerte —añadió Caitlyn arrugando su pequeña nariz. Brett se enterneció demasiado por aquel adorable gesto, es que en realidad cualquier cosa que hiciera ella a él le parecía lo más lindo del universo. Así eran siempre los primeros meses de noviazgo—. Me gusta la lluvia, pero no cuando debo estar en este horrible lugar —alegó la morena haciendo alusión de lo poco que le gustaban las clases.
Brett sonrió y apretó suavemente la nariz arrugada de su novia. Ella sacudió la cabeza y sonrió con él.
—Ven —dijo levantándose de la mesa y llevándola consigo—. Tengo una idea.
Caitlyn lo miró con la frente fruncida pero sin embargo lo siguió. De todas formas no tenía mayores alternativas, su novio había entrelazado sus dedos y comenzado a caminar bastante rápido.
