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Los humores no estaban muy buenos, no después de ese arrollador resultado. Algo había ocurrido con el equipo rojo, pero el de Devenford los aplastó durante todo el partido sin piedad alguna.
Obviamente estaba desanimada como el resto de los estudiantes y público que apoyaba a su equipo, también tenía espíritu deportista, pero no podía negar que Brett había jugado espectacular. El alto y guapo rubio de Devenford tenía un talento innato que sinceramente no sabía que tenía, esa era la primera vez que lo veía jugar.
No es que lo había visto haciendo otras cosas algunas veces más, solo eran leves conocidos que habían coincidido en algunas partes, fiestas la mayor parte del tiempo, como a la que iban ahora a celebrar el triunfo.
Lo esperó un par de minutos con un grupo de amigas, que apenas lo vieron salir de las duchas vestido y con el cabello húmedo luciendo como dios griego se habían ido dejándola sola, argumentando que ya la verían en la fiesta a la que todo el mundo asistiría.
Ya en el estacionamiento y mientras Brett dejaba sus cosas en el maletero del auto lo vio en su campo de visión.
— ¿Por qué a mí? —murmuró lastimeramente acercándose inconscientemente un poco más a Brett, quedando casi pegada a su lado.
— ¿Qué ocurre? —preguntó con todos sus sentidos sobrenaturales alerta, obviamente preocupado por la castaña, pero también algo intimidado por la cercanía que había creado.
Desde hace un tiempo que ella y su cercanía lo estaban afectando un poco más de la cuenta, lo hacían actuar torpe y como si estuviera en las nubes. Lori amaba molestarlo por ello.
Clary suspiró cansinamente y levantó la vista para mirarlo a los ojos. Ahí notó lo cerca que estaban y se alejó, solo un poco, ruborizada.
Le contaría, pero estaba deseando no sonar demasiado patética y que él pensaba mal de ella. Confiaba en Brett, su medio hermano jugaba en el equipo con él, por eso estudiaban en escuelas distintas, y de ahí había conocido a Brett al principio.
