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Al fin un día sábado tranquilo, sin trabajo ni turnos extras de parte del sexy oficial con el que vivía, ni turnos extra en la veterinaria de Deaton donde trabajaba. El plan era sencillo, disfrutar juntos y tranquilos, cosa difícil por sus horarios, pero los astros se habían alineado y por fin sus tiempos coincidían.
Emma estaba en la cocina preparando unas deliciosas palomitas de maíz con salsa de caramelo para ver la película que Jordan estaba eligiendo, pero ambos sabían que era mera excusa y puesta en escena, ya que lo que menos hacían cuando tenían esos planes eran cumplirlos. Por lo menos veían cinco minutos de las películas, o tal vez dos.
Mientras elegía en la plataforma online qué película no verían el móvil de la bella rubia que tenía de compañía comenzó a sonar a su lado.
—Cariño, tu móvil —dijo Jordan, aunque estaba seguro que ella con su oído lobuno ya lo había escuchado vibrar.
— ¿Quién es? —preguntó desde la cocina aún.
El oficial tomó el móvil y vio el número que estaba llamando, un nudo en el estómago se le formó de inmediato y sintió como la temperatura del ambiente –o de él- comenzó a subir.
—Derek —soltó intentando pasar desapercibido el gruñido y ocultar su molestia.
Sabía que el jodido hombre lobo, malhumorado y temperamental, significaba demasiado para su novia. Eran amigos, muy buenos amigos desde niños, tenían historia juntos, y también sabía que habían hecho cosas juntos... Por ello aún no le terminaba de agradar del todo esa amistad.
Confiaba en Emma, llevaban casi dos años juntos y hace un par de meses habían decidido irse a vivir juntos. La había conocido cuando la mujer lobo volvió a Beacon Hills gracias y por Derek, para ayudarlo y protegerlo como solía hacerlo durante toda su vida. La atracción fue inmediata para ambos, ella era única y jodidamente especial, fuerte, poderosa, feroz y temible; pero en los brazos de él se convertía en una cachorrita dispuesta a recibir mimos y amor de parte del sabueso infernal.
