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Día lunes, odioso y detestable día lunes.
Pero no todos eran así, no solía tener problemas para levantarse por las mañanas e ir a la preparatoria. Es solo que ese día lunes le estaba resultando horrible por culpa del pésimo fin de semana que había tenido. Y todo porque su tonto novio no se cansaba de ser un idiota que molestaba y ridiculizaba a sus mejores amigos. Lo quería, más bien lo amaba, pero eso no significaba que debía aguantarle sus comportamientos inmaduros y estúpidos.
Durante todo el fin de semana no habían hablado y eso la hacía sentir peor, aunque de eso si se podía culpar ya que Jackson le había escrito y llamado cada hora pero ella no respondió. Es que su enojo sinceramente había alcanzado su límite.
Al llegar a la preparatoria se encontró con dos de sus amigas y estas le comenzaron a contar sobre su fin de semana, riendo por las historias tontas de una de ellas. Eso mejoró su humor muchísimo hasta que se topó con algo que por supuesto no le gustó para nada.
—En un momento las sigo —anunció Leah y sus amigas siguieron el camino de su mirada y lo entendieron. Asintieron y se permitieron sentir algo de pena por la víctima.
El capitán del Equipo de Lacrosse estaba apoyado en la puerta de su casillero charlando con una rubia que reía tontamente por lo que sea que él le estuviera diciendo mientras jugueteaba con un mechón de su cabello. Era obvio que le estaba coqueteando y esa fue la gotita que llevó al superar el límite a la pobre pelinegra.
A paso decidido y con una sonrisa amistosa caminó hacia la pareja.
—Hola amor, al fin te encuentro —lo saludó dulcemente para luego darle un beso largo y bastante gráfico. A pesar de estar sorprendido no pudo evitar reaccionar a como siempre lo hacía y la aferró por la cintura profundizando el beso.
Cuando sintió que el mensaje había quedado claro se alejó de Jackson y se volvió a la chica. Solo bastó una sonrisita sínica y la muchacha casi salió corriendo. No era ningún secreto que Leah Campbell era más temida que la mismísima Lydia Martin.
