catorce

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Siente que el corazón se le va a salir del pecho, pero la música continúa retumbando contra sus oídos, marcando el paso de sus movimientos.

Escucha la voz de la mujer tras el palpitar en sus oídos, diciendo que hacer, y siente como cada músculo de su cuerpo se presiona sobre si mismo, una y otra vez.

Mantiene la vista fija en su reflejo cada vez a que gira sobre sí mismo, sobre las puntas de sus pies que duelen tanto que casi cree que va a desfallecer, sino estuviera acostumbrado.

La música para, junto a sus movimientos, está de pie allí, con el cabello blanco, que se ha escapado de su pequeña coleta, pegado a su frente, abre la boca lo suficiente para poder obtener más aire y entonces levanta la mirada, escuchando los aplausos alrededor del salón.

- Merveilleux, Luzuriaga, splendide... (Maravilloso, Luzuriaga, espléndido...) - dice la mujer, presionando las manos entre sí. - Oh, ha quedado perfecto, hay que trabajar un poco las últimas piruetas que han quedado algo flojas, pero ha estado espectacular.

Y Rubén mira al mencionado, quien sonríe ampliamente, apartándose el cabello del rostro.

¿Qué era lo que ese chico tenía tan especial? Él había bailado su vida entera, ¿acaso nadie iba a elogiarlo a él? Era ridículo.

- Bien, bien, eso ha sido todo, podéis iros. - dice la mujer. - Recordad que mañana tendremos las audiciones para la pequeña obra que presentaremos aquí, y recordad también el reporte sobre Rudolf Nurejev.

Rubius se apresura a tomar su bolso, aun con la respiración algo desigual, que enojado estaba, de verdad, todo el mundo parecía haber olvidado quien era él, ¿y por qué? Por una cara nueva.

Incluso Auron, quien solía esperarlo fuera del salón para ir a la cafetería, ahora esperaba a alguien más.

Y eso dolía más que nada.

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora