cuarenta y uno / cinco

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𝓬𝓾𝓪𝓻𝓮𝓷𝓽𝓪 - 𝓾𝓷𝓸

Luzu suspiró, a pesar de que la mayoría de sus clases habían sido teóricas ese día, se sentía tan cansado que no podía evitar arrastrar los pies al salir del instituto, y es que estaba bastante consciente de que su cansancio emocional terminaba convirtiéndose en cansancio físico, así que con todo lo que había pasado el día anterior, era normal que solo quisiera dejarse caer en su cama y dormir, cosa que no podía hacer.

Entró a su viejo auto, ese que sus padres le habían regalado para su último cumpleaños, y tiró el bolso al asiento trasero. Su teléfono tenía varios mensajes sin leer que había ignorado mientras lloraba un momento en un cubículo del baño en el piso inferior del instituto, ahí donde usualmente no había nadie, así que los leyó pacientemente.

El primero de los mensajes era de Auron, agendado con un pequeño corazón al terminar su nombre, solo se leía la primera parte de un mensaje: "no sé que pasa, podem...", definitivamente Luzu no respondería a ese; el segundo eran un par en un chat grupal con Willy, Fargan y Samuel, el joven bailarín si abrió ese, eran un par de tonterías sobre como Samuel tenía un culo espectacular, seguidos de otro par de cosas y al final:

"a que hora estamos allá?"

Luzu sonrió, a pesar del dolor que le daba todo lo que estaba pasando, saberse acompañado siempre le ponía calentito el corazón.

"estoy esperando a Sam" escribió a prisa. ", supongo que en media hora".

Llegaron un par de imágenes, una de Fargan ebrio levantando un pulgar, seguida por una de Willy con los ojos cerrados y una sonrisa torcida; el teléfono vibró en sus manos y la notificación se deslizó desde arriba con el nombre del músico con el que había estado saliendo una vez más.

Ese músico del que todo el mundo le había advertido, ese músico que caminaba por los pasillos con una persona diferente cada semana, ese músico que le había hecho sentir mariposas al cantarle una canción tonta, ese músico que lo había dejado plantado para luego no responder sus mensajes, ese músico que había llegado riendo a clases y usando la ropa de su mejor amigo.

Echó la cabeza contra el respaldar de su cabeza y suspiró, no tenía idea de que hacer, Samuel tenía razón, claro, cualquiera con dos dedos de frente podía ver que Rubén estaba enamorado -si así se le podía llamar- de su mejor amigo, pero, y lo verdaderamente importante aquí era, ¿su mejor amigo también estaba enamorado de él?

Luzu repasó todo en un instante, las miradas coquetas, la complicidad en sus palabras, la forma tan sutil en la que siempre estaban tocándose, las risas al unísono...

Le dolió el pecho al pensar que había sido lo suficientemente estúpido como para haberse dejado convencer que Raúl realmente estaba encantado con él, porque no era así, quizás no, pero luego recordó los besos, las miradas que parecían de adoración mientras hablaban de estupideces, la forma en la que le había abrazado al contarle como había logrado ser perfecto en la audición

El teléfono volvió a vibrar y Luzu volvió a él, a la llamada entrante de Samuel quien le dijo en un tono apurado -y nervioso- que estaba saliendo "discretamente" del instituto, que encendiera el auto y que abriera la puerta para que pudiera saltar dentro.

Luzu siguió las instrucciones, y no pudo evitar echarse a reír cuando lo miró, el cabello negro, perfecto, aplastado por la capucha de una sudadera que no reconoció y la expresión de absoluto terror en su rostro mientras le pedía que arrancara el auto.

Mañana seguiría rompiéndose el corazón, cuando su hermanita estuviese mejor, lejos de esa cama de hospital a la que se dirigían, mañana hablaría con Raúl y le diría que podía irse al carajo (no).

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora