treinta y seis

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Samuel estaba tratando de hacer reír al castaño a su lado, cantándole canciones bobas, sin embargo, Luzu seguía repitiéndole que estaba bien, que no tenía porque tocar aquella música que no le gustaba.

— No te ves bien. — repone el pelinegro, mirándolo con suspicacia, estaba sentado junto a él en el banquillo del piano. — Es más, te ves más feo que de costumbre.

— ¿Vas conmigo luego de clases? — pide.—Odio ir en autobús solo.

— Trataré — responde con sencillez. —, pero Fargan y Willy dijeron que podían venir.

— Jo, ya los extrañaba, perdón por no poder ir el otro día a tu ensayo.

— No te preocupes, igual me fue para el asco, tienes que oírla cuando ya la pueda tocar decentemente. — murmura, tocando las teclas despreocupadamente.

— Eres un cabezota, — regaña el castaño, empujándolo por el hombro. — tocas como los ángeles y no paras de hablar boberías.

El sonido de la puerta siendo abierta con fuerza interrumpió su conversación, Luzu se inclina para poder ver al peliblanco entrando al auditorio, aun lleva las mallas negras, y una sudadera blanca que le queda demasiado grande, el cabello va recogido en una coleta y parece sonrojado, como si hubiese estado bailando recientemente, Luzu le sonríe con dulzura, pero Rubén frunce el ceño en su dirección.

— Pensé que era solo nuestro ensayo. — dice con dureza, Samuel entorna los ojos volviendo su vista al piano.

— Solo vamos a charlar algo, ¿cómo piensas ensayar sin música? — inquiere con dureza, Luzu mira también a su amigo.

Así que Willy tenía razón...

El peliblanco sube al escenario, alejado un poco de ellos, se quita el pequeño moño, desordenado el cabello blanco con una mano. — ¿De qué vamos a charlar? — inquiere, Samuel lo mira.

— Música, primero que nada. — responde con sencillez, mientras Luzu se apoya sobre su hombro, toqueteando las mismas teclas que Samuel, descubre los ojos mieles del otro bailarín buscando los movimientos sobre el piano. — ¿Quieres alguna canción ya escrita? ¿O...?

— Sabes que podríamos haberlo hablado por teléfono, ¿no? — cuestiona, luciendo más irritado que nada.

— No me va todo el rollo de hablar por teléfono, perdona. — continúa, y aunque parece tan serio como Luzu no lo ha visto nunca, deja escapar una sonrisita cuando las manos del castaño empiezan a tocar teclas al azar.

— ¿Cuál era la otra opción? — pregunta el peliblanco con dureza, Samuel lo mira, y la sonrisita se le borra del rostro. — ¿Una canción ya escrita o...?

— Una canción original. — responde con sencillez, y ahora es el castaño quien frunce el ceño.

— ¿Cómo? — inquiere, y antes de que pueda decir algo más, la mano de Samuel le cubre la boca bajo la confundida mirada de Rubén.

Oh, Luzu tendría mucho que contarles a sus amigos.

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora