cincuenta

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"¿Puedes venir?".

Rubén escuchó las dos palabras a pesar de que Raúl estaba a varios pasos de él. Escuchó esas dos malditas palabras a pesar de que no había querido hacerlo.

"¿Puedes venir?"

Jamás pensó que dos simples palabras harían que su estómago se hundiese tan rápido que apenas le dio tiempo a tomar una respiración, por lo menos no hasta que escuchó las siguientes.

— Claro, dame diez minutos. — cortó la llamada un instante después y se giró para mirarlo. — Era Luzu, yo-

— Ve. — le dijo con un suave asentimiento de cabeza. — Yo tengo que ir a casa de Alex a... — pero Raúl ya no le estaba escuchando, pues daba vueltas alrededor de la habitación buscando sus cosas.

— ¿Crees que pueda tomar prestada tu bicicleta? — inquiere en tono apurado, poniéndose los zapatos, está sentado en el suelo, con el cabello negro despeinado y una leve sonrisa en los labios.

— Vale.

Se pone de pie una vez más, el corazón latiendo rápidamente dentro del pecho y la sonrisa creciendo con cada segundo. — Nos vemos, deséame suerte. — y antes de irse, tan solo un momento antes de salir corriendo de su habitación, se acerca a Rubén, sentado en la cama y le planta un beso en la frente.

Rubén se queda de piedra un instante, sentir sus labios suaves en un movimiento tan rápido le hace latir el corazón a mil por hora, como si aquello fuese un beso de despedida entre parejas, como si ellos fuesen una pareja, como si Auron no lo hubiese dejado justo ahora solo porque le Luzu le dijo "¿Puedes venir?".

Se encontró a sí mismo al borde del llanto, al borde de acostarse en la cama para sentirse mal por sí mismo, pero decidió que, de hecho, no estaba de humor para compadecerse por ser lo suficientemente estúpido como para haberse ilusionado con su mejor amigo, así que tomó el teléfono y llamó a Alex.

.

El lugar está calmado, no hay nadie usando el escenario, así que las personas charlan entre sí con una suave música de fondo. El bartender se sienta, aburrido, mirando a las mesas y a las personas charlando entre sí. Willy sale de la cocina para ponerse de pie junto a él.

— Vaya cementerio. — dice en tono divertido, Fargan sonríe, mirando el blanco de su cabello recogido en un moño. — Entiendo que sea miércoles, pero...

— Solo quiero ver a Ales. — se queja en un bufido. — No se ha pasado por aquí porque tiene que practicar para su presentación con el tal Paco.

Willy se sienta en el taburete junto a él, sonriendo aún más, le toca la punta de la nariz con un dedo para llamar su atención. — Anda, ¿estás celoso?

— No conozco al tío, pero Alesby es muy guapo, ¿crees que se pille por el músico ese?

El peliblanco contiene una risa, Fargan usualmente era muy coqueto, al trabajar como bartender era más fácil conseguir propinas así, pero Alejandro parecía haberle hechizado y el bartender se desvivía por llamar su atención de la forma en la que fuera. A Guillermo le hacía demasiada gracia ver como su mejor amigo era gobernado por un cantante bajito de ojos azules y oscuro cabello negro.

— Puede ser. — murmura, sonando demasiado convencido para la estabilidad mental de Fargan, quien le mira con desesperación.

— No me estás ayudando. — refunfuña, empujándolo suavemente.

Las risas se escuchan hasta el interior del bar y, tras el barullo acumulado en la puerta, el pequeño grupo entró, Fargan había reconocido la voz del chico que le arrebataba el aliento apenas oírla, por lo que el corazón ya corría desembocado para cuando entró, acompañado de su usual grupo, y un chico que el bartender no conocía.

Fuese quien fuese, no era importante, al menos no para Alex, puesto que al ver a Fargan en la barra, se apresuró hacía él, los labios curvados en una sonrisa dulce y los ojos azules brillando con las luces del lugar.

— Hola. — dice, Willy le devuelve un asentimiento de cabeza, mientras Fargan se inclina levemente hacia él.

Alesby, no sabía que ibas a venir. — murmura, extendiendo las manos por sobre la barra para tomarle el rostro con suavidad. — No te he visto desde hace mucho.

Pero el pelinegro ríe, extendiéndose para besarle suavemente. — Dije "hola".

El mayor tiene los ojos brillantes en su dirección, sonriendo mientras las mejillas se le tornan rosas. — Hola, Alesby.

Le quiere, aunque se conozcan de tan poco, aunque sean tan jóvenes -Alex más que David-, se quieren, es un sentimiento cálido y cómodo, el querer a alguien, y ellos dos se quieren, sin importarles qué, o quién. Sin importarles el par de ojos verdes que les ven con ligera decepción.

— Oh, no los presenté. — dice el pelinegro, separándose para mirar al único chico que se ha quedado esperándolo, aquel que Fargan no conoce. — Es mi compañero para el concurso, le decimos Staxx.

Pero el chico se limita a dedicarle un asentimiento de cabeza, como si ese fuese saludo suficiente, así que Fargan le mira con extrañez mientras se retira a la mesa donde el resto del grupo está. — Un poco callado.

— Bueno, quizás es que tú hablas mucho. — murmura el menor, conteniendo una risa al observar la expresión ofendida del chico con el que está saliendo.

— Yo no hablo mucho. — objeta, besándole otra vez con delicadeza. — ¿Quieres cantar algo para mí? — pide al separarse de él. — Dale algo de vida a este lugar.

Las mejillas se le tornan rojas también, apartando las manos del mayor para evitar avergonzarse aún más, Fargan lo observa con ojos brillantes y Alex suspira. — Hoy me apetece cantar algo de La Oreja de Van Gogh — pide. —, pon lo que se te apetezca.

El bartender se apresura a buscar el sistema de karaoke en su portátil mientras Guillermo se acerca a la mesa recién ocupada para tomar las órdenes de los amigos de Alejandro, la pareja, Mangel y Lolito, piden lo usual, alitas para compartir y tratan de convencer a Willy de que les sirva alcohol. A Rubén y su expresión triste les toma un momento pensar en que quiere, pero el camarero no le apresura.

— ¿Todo bien? — le pregunta con voz suave.

— Eh, sí, todo bien. — murmura, la mirada sobre su teléfono, como si estuviese esperando por una llamada o mensaje.

— ¿Quieres ordenar algo o...?

— Yo sí que quiero, ¿me pones un mojito? — pide el chico nuevo, ese que Willy no conoce, el peliblanco le sonríe y niega.

— No servimos alcohol a menores de edad. — responde con paciencia. — Pero te puedo servir una limonada.

— ¿No sirven alcohol para los amigos del novio del dueño? — pregunta, el tono entre ofendido e intrigado, Willy ríe quedamente.

— No le servimos ni al dueño. — continúa bromeando. — ¿Te parece si me aceptas la limonada? Va por la casa.

Staxx le dedica una pequeña y sonrisa. — Vale, te tomo la palabra.

Fargan está en la barra, observando con profunda admiración a Alejandro, quien sostiene el micrófono con una mano cuando la canción empieza a sonar. — Detrás del tiempo me instalé — empieza con melódica voz. —, ya ves, ni me quejo ni me quejaré, mi ser, mis recuerdos y alguna canción son hoy mi premio de consolación. — las pocas personas allí aplauden, mientras el bartender no le puede quitar los ojos de encima.

La canción sigue, Rubén se siente miserable, hundido en su silla, esperando algo que no va a pasar, mientras Guillermo toma su teléfono y llama el número de Samuel

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora