cincuenta y dos

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Fue complicado.

Su madre se había dormido no mucho después de cenar, y la llamada de Guillermo había llegado una hora después.

La decisión había sido rápida, lo que lo había demorado fue el plan de escape, pues jamás había hecho algo por el estilo y no tenía muy claro que debía hacer o cómo debía hacerlo.

Llamó a Luzu, quien se echó a reír al descubrir su predicamento y le ofreció llevarlo si lograba salir de su casa.

Y, finalmente, después de haber salido por la ventana de su habitación, y con Luzu esperándolo a dos cuadras de allí, había podido llegar al bar que le pertenecía a la familia de Fargan, todo aquello con tal de poder saber porqué Rubén estaba "hundido en la miseria" -como lo había dicho Guillermo-.

Al llegar, despidiéndose de Luzu -quien había decidido evitar a Rubén tanto como podía-, y apresurándose a abrir la puerta del lugar, le miró allí, le estaba dando la espalda mientras hablaba con Staxx, y al girarse para mirarlo, Samuell casi pudo jurar que el rostro se le había iluminado.

— Pero bueno, Sam — dice, los labios empezando a curvarse en una sonrisa. —, ¿qué te trae por aquí?

"Tú."

Se encoge de hombros, negando con la cabeza, siente que le hace falta el aliento, pues el corazón le late demasiado rápido, por la culpa que siente de haberse escapado, de haber llegado allí por él.

"Estoy aquí por ti."

— Me apetecía salir. — responde finalmente, acercándose a la mesa solo para mirarlo de cerca, Rubén se pone de pie, acercándose a él. — ¿Y tú?

— A mí también.

Staxx les mira, Rubén más esbelto y un poco más alto, tiene el cabello pintado de blanco, mientras que Samuel es más bajito, tiene más músculo y el cabello negro, desordenado, le cae ligeramente en el rostro, y se gustan. Quiere decirles, ¿lo sabrán? ¿Sabrán que se gustan?

— Paco — llama Mangel, extendiendo su vaso de limonada. —, bebe algo más, hombre, y si cierras el pico te invito unas alitas.

Quiere decirle a Rubén que se ha dejado el teléfono en la mesa, pero prefiere comer gratis, así que asiente, dejando que Lolito esconda el teléfono bajo unas servilletas, no sin antes bajarle el sonido al mínimo.

— No, Rubén Doblas, no te voy a comprar nada de eso. — dice el pelinegro, sonriendo, el menor bufa, con expresión divertida.

— Va, tío, si yo te doy el dinero, compra un mojito, o una cuba libre, la compartimos. — continúa poniéndole las manos en los hombros para agitarlo, Samuel se deja hacer, riendo en voz baja.

— ¿Te parece si te compro algo de comer? — inquiere, sentándose en la barra ante un sonriente Willy. — ¿Y qué haces tú en la barra?

— Fargan está un poco... ocupado. — responde sin mucha más explicación. — ¿Y tú? No sabría si vendrías.

Samuel evita que esas palabras le corroan el pecho tanto como puede, pues si se permite escuchar a Guillermo, terminará rojo hasta las orejas, él sabe que Samuel solo está allí por Rubén, por nada más.

— Ya, bueno, necesitaba un descanso. — suelta en voz baja, Rubén se sienta en el taburete a su lado, presenciando la conversación. — Me duelen un poco los dedos, estuve tocando el violín hoy.

El noruego se atreve a tomarle una mano, la más cercana a él, con tal naturalidad que Guillermo se pregunta cuántas veces ha sucedido eso antes, pues Samuel casi no reacciona al principio, hasta que, al sentir la calidez de Rubén, se queda perplejo, mirando la expresión con la que le revisa la mano.

— Hala, la crema si te ayudó, casi están bien. — dice, más para sí mismo que para los dos otros chicos.

Willy le dedica una sonrisa divertida a Samuel, enarcando una ceja en dirección al bailarín que sostiene su mano con total tranquilidad. El pelinegro le enseña el dedo del medio con la otra mano, frunciendo el ceño en su dirección.

— Dame unas patatas fritas. — pide finalmente. — ¿Y una hamburguesa? — pregunta, Rubén asiente, dejando la mano de Samuel sobre la barra una vez más.

Guillermo les dedica una última sonrisa antes de volver a la cocina, dejando la barra vacía para que ellos puedan charlar, hay una suave música de fondo y finalmente están solos, Samuel no sabe si la idea le aterra o no.

— ¿Cómo te hiciste eso en las manos? — pregunta Rubén, mirándolo con curiosidad, los ojos violetas, el revoltoso pelo negro, la nariz tan perfecta. — ¿Me quieres contar?

— En realidad no. — responde con sencillez. — Son gajes del oficio, supongo.

El bailarín niega quedamente con la cabeza, tomando la mano del músico para ponerla sobre la barra, la palma hacía arriba para ver los detalles en ella. — Esta cicatriz aquí es de una cortadura — menciona, pasando un dedo sobre la cicatriz de su dedo, esa que se hace siempre que se rompe la primera cuerda de su violín. —, supongo que te la has hecho muchas veces. — su mano ya no está tan inflamada como lo había estado aquella mañana, pero seguía lastimada, así que Rubén la giró para ver el dorso. — Pero estas no tienen sentido, no son de una pelea, ni de una caída, parec-

Samuel le tomó la mano en un movimiento rápido, igual de distintas que sus dueños, ambas detenidas por la sorpresa del calor en ellas, ambas extrañas entre sí de esta forma, los ojos mieles miraron con curiosidad al par de ojos violetas, una sonrisa tímida, y la otra divertida.

— Eres un poco cotilla, ¿no? — inquiere Samuel, acercándose hacia él, así como la primera vez que se habían visto allí. Rubén asiente quedamente, acercándose también, tan cerca el uno del otro que casi pueden contar las pecas en las mejillas contrarias.

El bailarín baja la mirada hasta sus labios una vez, antes de volver a los ojos violetas que lo miran con tanta adoración. — Mucho. — Samuel contiene el aliento al separarse de él, soltando su mano en el proceso y riendo cuando puede respirar sin la pesadez de su rápido corazón otra vez. El peliblanco lo mira, cierta decepción oculta en su risa despreocupada. — Anda ya, si la próxima vez que haces eso no me besas, te beso yo.

A pesar de que lo dice como una broma, Samuel no se ríe, sino que asiente, con demasiada seriedad, y Rubén solo puede pensar, en lo mucho que quiere que el músico haga eso una vez más.

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora