cincuenta y cuatro

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— Te juro que se me olvidó. — insiste Mangel mientras saca el teléfono de su mochila. — Lo tenía en la mano y pensé que era el mío.

Finalmente se lo entrega con fingida vergüenza, Rubén trata de encenderlo, descubriendo que se ha quedado sin batería durante la noche. — Mierda, Mangel, tengo historia del ballet en diez minutos, ¿tienes cargador?

— No, tío, perdona. — responde, devolviendo la mochila a su espalda. — Pero pídele a un amigo tuyo o algo.

— Lo haría si alguien más estudiara ballet. — refunfuña, guardando el teléfono apagado en el bolsillo de los vaqueros. — En fin, me voy ya, gracias por devolver mi móvil.

Se apresura a caminar a través del corredor lleno, odiaba esa clase, pero no podía seguir llegando tarde si quería mejorar sus calificaciones. Llegó al salón justo en el momento en que el timbre se hizo oír en el instituto, tomó asiento en una de las primeras filas, sacando su agenda y un bolígrafo, aunque seguramente no escribiría nada.

Buscó alrededor alguien conocido, pues necesitaba cargar su teléfono cuanto antes, quería molestar a Samuel un rato, aunque seguramente no le respondería. Finalmente descubrió a Luzuriaga a un par de asientos de distancia, llamó su atención al agitar la mano en su dirección y, aunque Luzu no quería verlo ni en pintura, su corazón era demasiado blandito como para negarse a ayudar a alguien.

Buscó en su mochila el cargador de su propio teléfono y sonrió cuando Rubén hizo un corazón con sus dedos. No era culpa suya que sintiera algo por Raúl, no era culpa suya que Luzu se sintiera inseguro. Además, después de la conversación que había tenido con Auron, todo cambiaría para bien o se terminaría, lo que, en el fondo, le daba algo de paz.

La clase pasó sin mucha novedad, Rubén escribió algunos datos, y trató de prestar tanta atención como pudo a la clase, lo cual le resultó más fácil que de costumbre sin tener su teléfono.

Cuando el timbre sonó una vez más, el peliblanco encendió su móvil y devolvió el cargador a Luzuriaga con una sonrisa. — Gracias, es que Mangel se robó mi teléfono anoche en el bar y no pude cargarlo.

— ¿"Anoche en el bar"? — repite con voz un poco débil, después de haber hablado con Auron él se había ido, ¿qué le aseguraba que no había ido directo hacia Rubius? — ¿Salieron?

— Oh, sí, no le digas a Auron, fue algo rápido y no le dijimos, pensamos que era mejor dejarlos hablar — explica el castaño con voz tranquila, a pesar de que sabía que su amigo había pasado toda la noche con él, no se había arrepentido en lo absoluto de lo que había sucedido. —, ¿fue todo bien? ¿Estáis bien?

— Sí, sí, todo perfecto. — asiente, más tranquilo al saber que Auron no ha estado con él. — ¿Te apetece caminar conmigo al ensayo?

— Claro.

Luzu era bastante dulce, todo el mundo tenía razón acerca de eso, Rubén se dio cuenta de que el único motivo por el que no le terminaba de agradar era Auron, pero mientras caminaban juntos hacia la sala de espejos -como todo el mundo llamaba al salón principal de baile-, descubrió que en realidad podría ser su amigo.

Al llegar, un grupo de chicas y chicos detuvieron a Luzuriaga, así que Rubén se despidió con una sonrisa y al agitar la mano, el otro bailarín se despidió igual. El peliblanco caminó hasta los vestidores, sacando el teléfono y mirando las notificaciones finalmente.

"Rauuuuuul

Llamada perdida (12)

Mensajes sin leer (31)"

Abrió los mensajes, leyendo todos desde el principio, habían empezado una media hora después de que Samuel hubiese llegado al bar, primero preguntándole donde estaba para luego proponer planes y, alrededor de los últimos mensajes, palabras que hicieron sentir a Rubén culpable por como se había desatendido de su teléfono.

"tu madre me dijo que saliste"

"gracias por no invitarme"

"espero que Alex y tú se diviertan"

Escribió un mensaje de prisa: "perdona, tío, Mangel secuestró mi teléfono y recién está reviviendo ahora", seguido de otro: "estás bien? quieres hablar?", y al no recibir respuesta en unos segundos: "quieres venir al ensayo?".

Pero los mensajes se quedaron marcados con dos pequeños vistos de color azul, Rubén sabía que tendría que hacer algo bastante grande para que Raúl lo perdonara, por el momento se cambió, se recogió el cabello y se puso los zapatos blancos para el ensayo de la obra.

— Paco, veo que ya eres parte de este grupo de subnormales. — dice, tomando asiento junto a él, quien le sonríe.

— Bueno, ya ves, es mejor que comer solo. — responde con sencillez, encogiéndose de hombros, Mangel y Lolito apenas le prestan atención mientras charlan entre ellos.

— ¿Has visto a Samuel? Fui a buscarlo en el auditorio y en los salones de clase de música, pero no lo encontré. — comenta, el chico lo mira y niega con la cabeza.

— No, hoy no vino. — Rubén le mira algo confundido.

— Y supongo que eso no es algo común en él. — continúa, el músico niega una vez más, dejando de lado su caja de jugo.

— Bueno, ha faltado un par de veces antes, pero no es común, no. — menciona. — ¿Por qué preguntas? ¿Querías darle ese besito que quedó pendiente?

El peliblanco se ríe, evitando pensar demasiado en la idea de Samuel faltando ese día en especial. — Bueno, sí, en parte. — afirma, sonriendo aún por la tonta idea.

Aunque su mente divaga un poco, ¿cómo se sentirá besar a Samuel? Rubén supone que seguramente podrá sentir el olor a su loción más fuerte, y seguramente sus labios serán suaves, tan suaves que el bailarín querrá besarlo un centenar de veces. ¿Será del tipo de persona que abraza a la otra al besarla? ¿O será, más bien, del tipo en el que le sujeta el rostro con las manos? ¿Será del tipo que mue-?

— ¿Rubén? — llama Staxx una vez más, agitando una mano frente a su rostro.

— ¿Y Raúl? — inquiere de pronto, evitando ponerse rojo, nadie sabe en que ha estado pensando nadie debe saber cómo estaba imaginando las manos de Samuel sosteniéndolo por la cintura y- No. Nadie sabe, y nadie sabrá. — ¿Lo has visto?

— Sí, salió algo temprano para buscar a Luzuriaga, me sorprende que no te hayas cruzado con él.

El peliblanco asiente, aún un poco perdido en sus ensoñaciones. — Ya... supongo que lo veré luego.

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora