veintisiete

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Las zapatillas caen en mitad del vestuario, después del golpe seco contra uno de los casilleros, están desgastadas por el uso durante años pero siguen siendo bonitas.

Rubén se sienta en el suelo, con la espalda apoyada en los casilleros, mirando a las bonitas zapatillas desde su posición.

Busca su teléfono en la mochila a su lado, escribiendo un mensaje a Auron en cuanto lo ha encontrado.

Estás?

Voy a llevar a Luzu a casa, vamos al cine luego, por?

Nada, olvídalo

Ni siquiera entendía porque le afectaba tanto, era obvio que Raúl iba a irse con su novio a celebrar, aún cuando él estuviese solo en un vestidor, observando las desgastadas zapatillas de ballet frente a él, pero quizás follarían ya, y a Raúl se le fuese el gustito por fin, quizás eso era todo lo que necesitaba, así que lo dejaría ser.

Pero por mientras, se sentía miserable, sentado allí, con el pie aún adolorido por la aparatosa caída que había tenido.

La aparatosa caída que había sido tan tonta que ni siquiera él mismo se la creía, que menudo imbécil era.

Y no tenía a nadie, un imbécil lastimado y solo, eso era.

- ¿Doblas? - escucha de pronto, y tiene que entornar los ojos, no quería verle la cara a ese imbécil músico de cuarta.

- No estoy, vete. - murmura, y espera haberlo dicho tan bajito que el otro chico no lo escuche, pero sí que lo hace, y un momento después lo mira a su lado.

- ¿Y? - cuestiona. - ¿Qué tal la audición?

Rubén Doblas, cansado, miserable y lastimado, era mucho más malo que el Rubén Doblas que estudiaba ballet al que Samuel se había acostumbrado.

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora